domingo, 14 de febrero de 2010

Panchi

Esta es una de las historias del chico más hermoso que conocí y, aunque lo vi tan solo una vez, me enamoré de él para siempre.
Estaba sentado en el piso de la pieza, en el lugar por donde se filtra el sol, fumando, mirando como el humo desaparecía en el aire luego de dar caprichosas vueltas formando figuras intrigantes. Fumaba despreocupado dejando caer la ceniza en el suelo pensando vaya a saber en qué, mirando el humo y el cielo con ojos perdidos y lejanos y el cuerpo adormecido.
Sonó el teléfono, me levanté como pude y cuando lo atendí, ya habían cortado. Atender el teléfono, un condicionamiento más de la era de la “comunicación”. Si uno esta en su casa solo, es porque no quiere hablar con nadie ni ver a nadie. ¿Acaso no me había dado cuenta de eso? ¿porqué lo atendí? Animales de costumbres. Costumbres estúpidas que nos condicionan. ¿Cuántas veces había actuado sin preguntarme porqué? Ya esta establecido. Si suena, hay que atenderlo. Costumbres que nunca había cuestionado hasta ahora. Costumbres que había aceptado y aprendido. Costumbres a las que respondía. Costumbres que hoy advertía, eran viciosas.¿ Quería ser yo un animal domesticado?
Bueno, ya lo era, por cierto. Advertí que esas costumbres me habían hecho olvidar mis antiguos proyectos.
Cerca suyo tenía el control remoto del equipo, lo manoteó y cambió el disco.
No sé muy bien donde estaba, pero lo cierto era que ya no pertenecía a ningún lugar. Mi tiempo había cambiado. Había perdido algo y tenía un espacio vacío en mi interior. Había estado pensando en él con melancolía y tristeza.
La música empezó a sonar haciéndolo olvidar de todo lo demás, cambiando el mundo por completo. Creando su propio multiverso, como si una poderosa niebla espesa lo rodeara llevándolo lejos, a un lugar que solo él conocía. No tenia muchos amigos, pero sabía que la amistad era sagrada y que no dependía de la cantidad de años de conocer a alguien. En muchas ocasiones, los extraños habían sido los mejores aliados.
Era un día caluroso, la ruta de concreto gris parecía fuego bajo sus pies, y las zapatillas de una fina suela de goma parecían pegarse al suelo. Por suerte tenía unos buenos anteojos de sol que salvaban sus ojos del cruel astro en ese mediodía. Cansado de hacer dedo, se sentó un poco desesperanzado, maldiciendo la suerte de los que viajaban en auto. Pasaron las horas. No tenía un destino fijo, solo viajar, pero hasta eso se había puesto difícil. Los autos que pasaban a gran velocidad iban conducidos por hombres solitarios de traje y corbata que seguro se figuraban que él era una amenaza ya que al verlo, parecían aumentar la velocidad.¡ y si todavía estaba en Buenos Aires! una ciudad aterrorizada por los medios, en especial por la TV. Algunos diarios habían logrado que muchísima gente viera en los adolescentes y en los jóvenes, ladrones y asesinos en potencia. Habían logrado que los turistas se movilizaran en buses bajando y subiendo de ellos todos juntos como vacas en el matadero. Tanto habían magnificado y pervertido la situación, que los pocos que advertían que era mentira eran los únicos que podían vivir tranquilos, pues el resto estaba constantemente esperando el momento en que lo apuntaran con un arma en la cabeza para robarle. Pero también estaban los coches repletos de niños y cachivaches que el conductor miraba como diciendo: ¡Mira cómo estoy pibe!. Ya sea por una u otra razón, seguía en la misma ruta y en el mismo lugar, pero eso no podía durar mucho más, porque se estaba haciendo de noche. Decidió caminar y llegó a un cruce con otra ruta, esta parecía más desierta pero no tenía opción, si llegaba la noche no tendría que comer...no tendría nada.
Pero la ayuda vendría de la mano de un camión que transportaba frutillas. El camionero frenó y le preguntó donde iba.
—No tengo destino, ¿ a dónde va usted?
—A Chile— respondió.
—Bien por mi—dijo, y saltó al camión.
—Así que sin destino ¿eh?, ¿comiste, pibe?
—Nada en todo el día— dijo.
—Tomá, comete todas la que quieras— le dijo dándole una bolsa con más de un kilo de frutillas.
Sus labios, ¿por la acción de la estas, quizás? eran más hermosos que nunca. Su cuerpo flaco y esbelto resplandecía cada vez más con cada frutilla que incorporaba a su cuerpo.
Me desperté un poco confundida por esa imagen y puse música, prendí un cigarrillo, y después otro y otro, y otro y otro. La habitación y yo ya estaban tan contaminados como la ciudad: ya estaba lista para salir. Miré el cielo por la ventana, se veían tan solo unas titilantes y diminutas estrellas, como si el mismo cielo las hubiera absorbido. Deseaba tanto ver miles de ellas como se ven en el campo o en el mar que trate de imaginarlas pero, tanto tiempo había pasado sin verlas que fue inútil. El día continuó como si nada hubiera sucedido. Afuera el sol resplandecía, dentro se podía apenas percibir una sombra. Estaba tan aislada del mundo y tan sumergida en el mío, que me sentía importante, muy importante y, muchas veces pensaba que los demás eran basura. Quizás me sentía así porque los demás eran, en verdad, basura pero los demás no importan demasiado, ¿no?.
El viaje en camión había terminado. Saludo al camionero, se puso la mochila y empezó a caminar otra vez por la ruta. Iba silbando una canción, estaba feliz de estar lejos, lejos de la ciudad, de los ruidos espantosos de los colectivos infinitos, de los horribles vecinos que escuchan cumbia a volúmenes imposibles de superar, de los policías, etc. Estaba lejos de todo eso porque estaba cerca de sí mismo, y nada de eso existía en su interior. Estaba... no sabía muy bien donde y eso estaba bien. Pasaba mucho tiempo perdido sin hacer nada, meditando, pero a veces hasta él mismo pensaba que hacer eso era hacer nada. Sentía el peso de la sociedad sobre él, los ojos que lo miraban reprochándole su inactividad, los ojos que lo miraban con tristeza, lo ojos que lo miraban como si supieran todo.
¡Pero si solo lo había visto una vez! ¿estaría loca? No me podía perdonar estar pensando en alguien, estar imaginando a alguien que no conocía. Sentía que mi propia vida se desvanecía, pero al mismo tiempo sentía que no era así.
¡Al fin cielo! ¡Al fin árboles! ¿porqué necesitaba tanto de la naturaleza? En la ciudad sentía que la vida no era tal. Se preguntaba porqué vivía allí, y no encontraba una respuesta que no fuera en el fondo una excusa. Siempre todo era distinto fuera de la ciudad, siempre él era distinto fuera de la ciudad.
Estoy en la penumbra. Creo que nadie puede alejarme de ella ya. No puedo hablar, no puedo pensar. Estoy en la penumbra. Incapaz de ponerle fin a esta situación. Sueño con él. Me gustaría que apareciese por mi ventana como un duende feliz para llevarme lejos. ¿porqué hay que imaginar para no morir de aburrimiento? Recostada en el sofá, no tenía fuerzas para otra cosa, pensaba porqué me había abandonado, porqué se había ido en la noche que yo más lo necesitaba, porqué su tristeza había sido más profunda que su amor, porqué después de tanto tiempo me seguía torturando?
No sé, quizás siempre había sido así.
A la ruta se la tragaban los Andes. Majestuosas representaciones de la grandeza del multiverso. ¿Hasta donde quieren llegar? Después de andar un tiempo solo, la soledad se convirtió en molestia y sintió la necesidad de hablar con alguien.
—Pero, estoy solo— dijo en voz alta.
Jamás podría haber imaginado las consecuencias de tal acto. A continuación, su mundo interno comenzó a despedazarse. Poco a poco su corazón se quebró en miles de partes y un abismo fantasmal dio paso a los pensamientos más sepulcrales.
—¡¡¡Porqueeé!!!—grité desde mi ventana. El dolor era tan profundo. La confusión tan imposible de resolver, mis pensamientos tan difíciles de alejar, que sentía que la incertidumbre y el caos podían dudar mi eternidad. Solamente pensaba en él. Día y noche. Soñé despierta con sus besos y abrazos. Pasé noches recordando su rostro y su voz ¿porqué todo era distinto entonces? Metamorfosis. Multiseres, fluidos y sangre.
Siguió caminando con esa sensación de aplomo en dirección a las montañas. Parecía ilógico, pero estando allí, las cosas igual no tenían sentido. Temía encontrar a alguien. ¿Dije que había salido, no? Salí pero volví a entrar. No fui muy lejos. El sol y las nubes eran igual. Allí, los autos circulaban día y noche. Mañana me gustaría escapar y no tener que pensar y sentir miedo, o sentir que los pensamientos de los demás se me vienen encima. Mañana me gustaría dejar de sentir cordialidad y gracias y buenos días, dejar de sentir inercia estipulada, no solo en mí, sino en los que me rodean. Mañana me gustaría poder liberarme una vez más, estirar
mis brazos hacia el cielo, respirar, sonreír y celebrar la luz, los pájaros y también la noche y las ratas. Mañana me gustaría poder sentirme como hoy. Pensando en él pienso que pienso en mí. Y después de todo quizás no este tan equivocada, pues ¿quién tiene la verdad, acaso existe una? El hecho es que estoy acá otra vez, sintiendo que debería estar en otro lado. ¿Dónde? No lo sé, sino, quizás allí estaría. Me siento atrapada en una explicación tras otra, quiero salir corriendo y hacer algo terrible. Y a todo esto me pregunto ¿porqué? Si todo puede ser más simple. ¿porqué? Si poseo la habilidad de cambiar lo que yo quiera. Es demasiado triste afirmar que no tengo respuestas que no sean excusas sin sentido. Por que acá estoy. Un pájaro libre y enjaulado.
La noche llegó como un lobo negro. Un miedo profundo e infundamentado lo invadió. En ocasiones, le temblaban las piernas pero seguía caminando. Estaba solo en la montaña ¿pensaba qué iba a ser lo mismo que caminar por Córdoba y Viamonte? No, pero tenía la fantasía de que iba a ser solo maravilloso. Y ahora esa fantasía se desmonoraba como tantas otras antes.
Simplemente no podía aprender. Aprender, ¿qué significa esa palabra? Tiempo e imposibilidad, pero más que nada tiempo. En realidad, ¿para qué estaba el tiempo sino era para eso? Pero, yo pensaba que ojalá hubiera sido más animal para aprender tan rápido como ellos. Empezó a reír. Era la sonrisa más hermosa. En mi mente apareció otra vez su pequeño cuerpo candente y rígido, sus ojos miel, sus dientes blancos y perfectos bajo una sonrisa de felicidad y locura y su cabello rubio como el maíz mal cortado y desprolijo. Todo en él era simplemente perfección. Yo anhelaba verlo una vez más.
Se sentó en la ruta oscura. Se sacó la mochila que lo torturaba hacía horas, busco apresuradamente en los bolsillos y empezó a fumar ¿ por aburrimiento, quizás, por soledad? Ya en la oscuridad las figuras se deformaban erigiendo seres imposibles que despertaban un profundo y antiguo miedo. Ahora todo eso existía pero era diferente a la vez. ¿Cómo explicarlo? Sus dieciséis se lo permitían. ¿qué? ¿no podía creer donde estaba? Si. Para él eso formaba parte, hacía tiempo ya, de su vida: creer y de hecho ver, comprobar que cualquier cosa es posible. El hecho de su propia existencia lo comprobaba. Y ¿acaso vivía sabiéndolo? No. Su inocencia, su ser natural lo ignoraba a la vez sabiéndolo, lo vivía y de él brotaba una luz especial, una energía contagiosa de desear ser como él, de desear su vida, sus pasos, sus momentos o de formar parte de su existencia. En la máxima quietud, donde a veces ni a los grillos se los escucha, pitar un cigarrillo era mucho más placentero, infinitamente más placentero que en cualquier otro lugar. El sonido de la combustión, del humo, el sonido del humo penetrando sus pulmones, el ritmo más acelerado de su corazón, todo cobraba más intensidad. De pronto no se animó a moverse, ya que un minúsculo movimiento significaba alterar de un modo espantoso la armonía del lugar. Y poseía poder de destrucción, aunque todavía era risueño. Los oídos le empezaron a zumbar.
Solo espera cinco minutos.
El silencio se volvió muy intimidante
Pero si lo único que hago durante todo el día es desear estar sola, no ver a ningún ser humano.
¿logro eso en algún momento? Las cosas siguen su curso como una incógnita. Todos van y vienen, viajan y duermen indefensos en los trenes y colectivos ¿se mezclaran los sueños? Existe uno colectivo: volver a la camita calentita en invierno, disfrutar del jardín y del sol en verano. Pero, no. Hoy como ayer, antesdeayer y mañana voy a estar en el tren viendo como extraño todo aquello que soñé que no es más que mi vida. ¿porqué? ¿cómo podría llamar vida a esto? La voluntad, la libertad de hacer lo que quiero no recuerdo ya cuando la perdí. Pero, viste hay que morfar, nena. Y todo se trata de eso. Entrego los años de mi vida para poder morfar. Después de eso se bajó del tren y yo me quede suspendida en la nebulosa de esas palabras que se alejaban flotando en el aire alcanzando a casi todos los seres del planeta. ¿existe, acaso, algo más triste?
De pronto se dio cuenta que había algo más. Algo escondido detrás de la maleza, de los árboles, en las montañas. Algo que sus ojos no podían percibir pero que su sentido adicional lo marcaba, aunque no supiera qué era en realidad. Un cambio. Un cambio perceptible, visible e incomprensible. Si, sobre todo eso. La incapacidad de comprender los cambios naturales, inevitables en la naturaleza humana. Ahora podía ver sombras entre los arbustos. Sombras extrañas. ¿Del pasado, de espíritus, de voces de él mismo soñando o en otras vidas? Lo curiosos era que las sombras se movían, pero nadie había allí. Y rápidamente un pensamiento opuesto arribo a su mente:
—Eso es lo que vos crees.
Y empezó a reír a carcajadas. Un cuadro más hermoso, la luna como una sonrisa, los árboles amigos, las lechuzas confidentes, el silencio y un chico sentado en un tronco caído riendo, difícilmente podría imaginarse. ¿pero, qué otra cosa sino halagos sobre él van a leer en este cuento? En la extensa Patagónia, infinitos retratos son únicos como lo es este, pero este es más hermoso aún porqué la risa se mezclaba con el aire y con el viento esparciendo amor verdadero a cada flor, insecto y gusano que estaba allí aguardando despertar.
De pronto, el cansancio avanzó como queriendo pasar desapercibido y poco a poco ganó la batalla. Primero, su cuerpo se quiso recostar, entonces obedeciendo sus órdenes sacó la bolsa de dormir y se introdujo en ella. Después de mirar estupefacto las estrellas , sus párpados quisieron cerrarse y no pudo evitar ¿porqué hacerlo? transportarse a otro mundo, a una dimensión que encontraba fascinante.
Amanecer en la montaña. El aire límpido y cristalino parecía agua en sus pulmones. Agua helada. Agua energética. Sentía como si todo el impulso del multiverso se concentrara en un solo respiro. Pero era, a la vez, cruel. Demasiado frío. El sol asomaba y él esperaba que sus rayos calentarán su piel, pero no lo hacían y con cada respiro sentía congelarse más. Pero a la vez la energía era demasiado fuerte y le daban ganas de saltar, moverse, correr o dibujar.
El dinero es una ilusión más. ¿cómo puedo decir que lo tengo si en el momento en que lo tengo habré de gastarlo?
Tan solo espera cinco minutos hasta llegar hasta el próximo quiosco.
Tan solo espera llegar hasta la próxima dirección y tocar el timbre y esperar que traigan tu pedido.
$5
Tan solo espera llegar al próximo bar. Suma incalculable.
Tan solo espera llegar a la próxima juguetería.
$15
Tan solo espera llegar hasta la próxima dirección a buscar el dinero
$300
Tan solo espera que llegue la próxima noche en la que habré de gastar todo y así volver a empezar
O solo espera al próximo mes, llegar a próximo cajero
$500
Solo espera llegar al próximo bar, esperar a esa persona, ¿abrir el maletín?
$23,000
Buena suma.
Ir a un local de motos BMW. Elegir a la de cara de pájaro y salir bailando a su lado.
Viajar, viajar, viajar, viajar, viajar
El número perfecto.
Yo ya viví cinco vidas
Buscar un chico. Y amar. Amar a un chico. Amar a otro chico y amar y continuar amando chicos.
Esta es mi vida número cinco.
—¿cómo lo podes saber?, ¿acaso alguien te lo dijo?
—Sí.
Tomó su mochila y siguió caminando. El paisaje cambiaba instantáneamente. Caminando no pensaba en nada, solo era feliz. Con su andar brillaba, pues avanzaba bailando y su cabello se movía acunado por los movimientos de su cuerpo. Mirarlo ya me hacía bien, imaginarlo era ... Después de caminar bastante se sentó nuevamente y se quitó la mochila que ya no era tan abundante porque había estado tirando cosas por el camino. Sacó un pate. Comidas enlatadas.
Volar. Una sola vez en moto es suficiente para romperte el cuerpo y volver a ser solo alma. Y vuelta todo a empezar.
Siempre lo arruinamos todo.
Pero, una vez más, él se infiltró en mis pensamientos. No puedo no pensar. Perder el tiempo. Olvidar. Seguir líneas de pensamiento prefijadas. ¿por no tener tiempo de pensar en otras realidades?
— Si yo fuera vos no estaría aquí.
Miré a mi alrededor y solo existía el presente. Un presente sofocante que se reía de mí. Se reía con razón. ¿acaso existe algo que no merezca una risa? Ojos relucientes de amor y deseo. Aparentemente imposible, ¡están aquí!
Lo vi en la montaña bajo un sol de invierno. Unidad. Libertad. Deseo de vivir. Deseo de ser.
Cerré mis ojos. Las montañas y el bosque se desplegaron ante mi. Miré en torno, pero no había nadie. El frío me golpeó. En algún punto el camino se deforma formándose; se forma deformándose. No existe el camino, ni un camino.

2004 * M.s.I*

No hay comentarios:

Publicar un comentario