martes, 23 de febrero de 2010

Día a día

Vivo intensamente
Las emociones,
La riqueza, la pobreza
El cansancio y el dolor de cabeza
Pienso y miro a mi alrededor y
Escucho
Pero nada importa ya
Yo vivo en otro planeta
Escucho y observo
Busco, sé que en algún momento
Encontraré
Sé que me odian
Los que quedaron en el camino

Vivo intensamente
El odio y la bronca de no poseer,
El territorio es sagrado
Y digo: ¡stop!

Vivo intensamente
Los pensamientos más profundos
recuerdo verdades

Vivo intensamente
Día a día
El llanto voraz,
Estrepitoso
Y desesperado de la incapacidad
De la desvalidez y del dolor

Incomprendido
El llanto del humano
Recién nacido al llegar a este mundo
Llorar
Ante el vacío
Llorar
Ante la desnudez del mar
Llorar
Por estar vivo
Llorar
Por despertar
Mirar desconcertado hacia la luz
Ante la soledad.

M.s.I

Ríos de lava

Ríos de lava
En las venas
A veces apagados
Solidificados
Otros
Ardientes
Alcanzan a pulverizar
Tu rostro

Ríos de lava
Pierde el sentido
Y mis venas
Se secan
Prefieren morir
La muerte lenta

Ríos de lava en las venas
La muerte lenta
Aguarda
Toda una eternidad
Y en el punto máximo
Allí donde me escondo
Es que puedo ver
Mis venas
En una eternidad de piedra pulverizada
De ríos
De lava
De sangre ancestral
Y me desvanezco
En la soledad del silencio
En las piedras calientes.


M.s.I

Abrir los ojos

Un haz de luz
Se proyecta hacia el cielo
Ilumina todas las ciudades
Todos los pueblos
Todas las aves
Todos los peces
Del hemisferio
Los árboles
La música del bosque,
La paz de la nieve
La locura vertiente del agua.

El haz de luz se posa
En la ciudad
Ventanas, persianas
Cortinas
Pequeños submundos
Plurales, paralelos
Se desenvuelven
En un movimiento, olas

Sentado en un sillón
Acostado en una cama
Los pensamientos trascienden
Climas y tiempo
Los hombres luchan contra su miseria

Desde un balcón veo, siento
Y grito el mundo infinito que me rodea
Desde un balcón
Construyo un universo, invado almas
Desde un balcón
Lanzo mis alaridos, bailo la danza prohibida,
Pinto lo que alcanzan a ver mis dedos.
Desde el balcón
Hago crecer las esperanzas
En verde sol
Ellas siempre.

Ventanas de invierno
Ventanas de filtro sol
Barrios, pueblos, ciudades
Ríos, mares, océanos
Bosques, valles
Montañas, sierras, colinas
Pájaros, ciervos, peces
Playas, desiertos
Lagos y dinosaurios
Todos brillamos bajo el sol


M.s.I

Piensa y temerás

Piensa y temerás
Ya te están buscando
Para destruirte

Piensa y temerás
Pues el lobo negro
Ya sabe dónde vas

Piensa y temerás
Ser tan distinto de todo lo demás

Piensa y temerás
Ver el futuro

Piensa y temerás
Ver que el lobo
Se ve en las sombras
Y en el cielo

Piensa y temerás
Quiero ser yo
¿Quién soy yo?

Piensa y temerás
No poder dejas de pensar
Jamás.
La maldición
El todo
El por qué
El comienzo
Las aguas que nos inundan
Son cada vez más.


M.s.I

lunes, 22 de febrero de 2010

Lupus XVI

Lupus XVI

Sin nadie que me reclame
Sin nadie que me exija
Ahuyentando a los esclavos
Que viven pidiendo
Quiero ser libre, alguna vez

Sin nadie que me pida hablar
O con alguien en el silencio.
La locura me salva de la estupidez.
Pero, las energías de los demás me alcanzan.
Mi corazón se acelera
Las lágrimas no se hacen esperar
Y nada de lo que diga o piense
Tiene sentido ya
Pluralidad
Las ratas y los leones
Viven juntos en el mar.


Año 2000 M.s.I

Lupus XV

Lupus XV

Todo lo que hago es por mí
Y para mí
Todo lo que haga va a ser por mí
Y para mí
No debo pensar en los demás
Cuando pienso en crear un mundo nuevo
El abismo va a ser cada vez mayor
La manada es un concepto del pasado
Los hombres van a reptar solos como culebras nocturnas
Y yo ¿Dónde voy a estar?
No quiero salvar este mundo
Quiero construir uno nuevo, pero
¿Cómo lograr eso?
Leer señales, señales de la naturaleza
Aléjate y transita tu propio camino
Siempre
No te traiciones
No te olvides de vos mismo
Hay una tormenta en camino.

Lupus XIV

Lupus XIV

Soy mitad hombre, mitad lobo
No puedo evitar el sufrimiento
Soy un mago en esta selva
Nadie puede hacer lo que hago yo,
Pues mi imaginación no tiene límites
Soy como un rayo.

Soy mitad lobo, mitad hombre
El mundo entero es mi lugar,
En él quiero perecer,
En él quiero crear y crecer.
Mi camino es incierto
Y sé que tarde o temprano traicionaré a la manada.
Pero las cosas pueden salir mal, si pierdo de vista a mis amigos
Ellos roerán mi carne

Soy mitad hombre, mitad lobo
No puedo esperar
Necesito escapar
Soy mitad hombre, mitad lobo
Nada de esto es verdad
El miedo construye un imperio.

Lupus XIII

Lupus XIII

Nunca me ha lastimado un hombre
Sin embargo, espero el día en que lo haga.
Y por el hecho de que nunca lo hizo, siento que, cuando suceda,
El daño va a ser irreversible.

Los hombres que temen andan en grupos

De pronto estoy confundido
Ya no sé quien soy, otra vez.
Siento que mis verdades son frágiles y se tambalean
Siento que somos pocos los que buscamos la verdad,
Los que pensamos en querer liberarnos y superarnos.
A los que todavía algo les importa.
A los que piensan.

Hoy estoy herida por lupus de otras manadas,
Manadas divididas,
Manadas de la estupidez
Manadas del rebaño
Manadas dominadas por el terror
Manadas que preferiría nunca haberme cruzado.
Pero, soy un lupus, y los lobos cometemos errores
Errores imperdonables
Errores cuyas consecuencias están a la vista

Yo creía que imagina era lo mejor que
Un ser humano podía hacer
Hoy creo que imagina es imposible.
Entonces mi corazón se retuerce,
Por mis venas la sangre estancada, me anuncia la muerte.
A las tres dagas clavadas ya en mi corazón, hoy
Le sumo una más,
Una que me lleva a la reflexión

¡Cuántos lupus perdidos!
¡Cuántos más descerebrados por las drogas y la estupidez!
¡ Cuántos que se creen fuertes y dignos y no son más que gusanos!
¡Cuántos que merecen vivir!
Pero, ¿Porqué estamos en esta tierra juntos?

Hoy el sol se eleva otra vez
Iluminando a todos con su ser
No importa lo que pase en este suelo,
Él vuelve a salir
Nos ofrece un día más para entender.

Lupus XII

Lupus XII

Estoy aullándole a la luna hoy.
El sol se posó en mis pupilas
Un pájaro me liberó
Por eso le aúllo a la luna hoy
Toda mi locura y perversión
Toda mi maldad y poder de destrucción
Y el odio a mí mismo.

Tengo mucha sangre en la piel
Sangre seca
Heridas de puñal
Me hundo en el río pero creo volar
Una sonrisa esquizofrénica me posee íntegramente
Puedo ver la libertad de un pájaro
Una dimensión se abre ante mí

Lupus XI

Lupus XI

Soy un lobo de ciudad
Y hoy acabo de escapar
¿Qué fue lo que me trajo hasta acá?
¿Dónde estoy ahora?
La naturaleza me dice que no hay ley
Me demuestra, otra vez
Que no soy un intruso, pero
Pero no puedo cambiar mis sentimientos más
La naturaleza me salvó, en tantas ocasiones.

Lupus X

Lupus X
Odio y odio
Odio hacia mis hermanos
Deseo comerlos vivos
Sentir el olor de su sangre
Para darme cuenta, de una vez por todas,
Que está podrida
Para darme cuenta que su alegría es falsa
Que sus buenas intenciones encubren un lago putrefacto, vicioso y corrupto
Que sus risas son robadas
Y sus chistes repetitivos.

Me gustaría golpearlos
En una noche sin luna
Y dejar que la naturaleza se encargue de ellos

Me gustaría no olvidarlos pues
Mis cicatrices están a la vista.

Me gustaría poder decirles, con la misma claridad con la que ellos lo hacen
Que su juego ya es evidente que para mí y que no tiene ningún valor.
Que están destinados a su propia destrucción
Que ya no podrán jugar conmigo
Que ya no los voy a ayudar
Y que si los veo en mi camino
Con una mirada los voy a sepultar.

Lupus VIX

Lupus VIX

¿Cómo vivir tratando de no juzgarme, tratando de no explicarme?
¿Sirve de algo arrepentirse?
El pasado no me condena,
Me advierte
Aunque ¿Cómo puedo ser capaz de escucharlo?

Hay algo en mí salvaje
Hay algo en mí incontrolable
Hay algo en mí que quiere perecer
No me hagas tantas preguntas
Hay algo en mí que quiere mi destrucción

Olvidé que nada se sostiene en el tiempo
Olvidé que estaba solo
Olvidé que todo es mentira
Entonces empecé a correr, pero
El monstruo del que escapamos está adelante, no atrás.

Lupus VIII

Lupus VIII

No sé quien soy.
Los demás me rodean.
No sé quien soy.
Los demás me condicionan.
Eché todo a perder
Apunté un arma en mi cabeza,
La sostuve y
Apreté el gatillo.
Soy peor que nadie
Ojalá pudiera ser el lobo que realmente soy
La libertad no siempre supone felicidad

Lupus VII

Lupus VII


Todo en la ciudad es basura
Desde el caramelo de frutilla, pasando por el pollo, las bebidas,
Las figuritas y el forro.

En la naturaleza,
No se desperdicia nada.
No hay envoltorios
En la naturaleza
No hay tiempo para envoltorios
En la naturaleza
Todo está desnudo y la cáscara siempre le sirve
A otro
En la naturaleza
Los animales vagan solos
Nosotros, yo en mi forma lobuna
Formamos familias.

Los animales cazan en manadas o no, y viven en soledad
Nosotros nos domesticamos
Usamos máscaras bajo las cuales asoma nuestro animal

Tratamos de ser felices
Vamos en contra de nuestra naturaleza
Tratamos de vivir bajo el mismo techo
Tratamos de ...Siempre tratamos y nos pervertimos en el camino hacia la domesticación

Lupus VI

Lupus VI

Ansío el paraíso, espero poder escapar
Ansío el paraíso, ansío la paz.
Sé que por encima de todas las cosas que hago
Y pienso, ansío el paraíso.
Un paraíso terrenal con días soleados y cielos azules
Con un mar azul, arenas blancas y
Árboles, árboles ,árboles y árboles
Y miles de ellos.
Es que no me quiero perder
No me quiero apagar
No quiero olvidarme de que no soy inmortal
De que estoy en un juego
De que soy especial
Y de que, además soy lo que soy
Ansío ese paraíso
Ansío mi paraíso
Desde siempre.

Lupus V

Lupus V

Escribir es una necesidad, pero no para vivir
Porque yo estoy muerto
Aunque sienta el viento soplar
Trayendo recuerdos de tiempos lejanos y almas vagabundas
Estoy muerto.
Aunque pueda respirar, sentir hambre y furia.
No me reconozco, no sé que hago acá, por eso
Estoy muerto.

Estoy muerto porque miro TV
Estoy muerto porque siento que nada tiene sentido.
Y aunque hoy estoy muerto, ya morí varias veces, sé que volveré a nacer
Y también sé que nacer y morir es lo mismo.
Pero hoy estoy muerto y vivo mal
Preferiría no existir.

Estando muerto, todos a mi alrededor parecen sombras
Sombras que hablan pero no dicen, lo mismo seria que no estuviesen.
Yo tampoco les hablo mucho y también soy
Una sombra, un fantasma que se diluye en el tiempo.
No pienso mucho, la vida de una rata es más excitante que la mía

Lo que hagan los otros lupus me importa muy poco, como vivan también
Ya que cuando vuelvo a casa, cierro las puertas y las ventanas con llave
Y nadie puede molestarme ya.
Lo único que hago es divertirme y, aunque trato de hacerlo a menudo no lo logro
Es que también me siento victima.

Estando muerto, como, como y como cualquier cosa.
Una zapatilla frita es lo mismo que un guiso de lentejas con queso,
Con tal de que esté listo rápido y no me requiera mucha atención.

Estar muerto es más fácil que vivir.
Sé que estar así es ser un miserable, es vivir como si todo fuera un espejismo y como si no existiera dios.
Es pertenecer a una colección de muñecos de cera, es sentir escalofríos, dormir poco
Y soñar estar vivo.
Estar muerto es también pensar en el mañana y en el pasado.
Es ser un parásito y querer aprender a vivir.

Pero, si no estuviera muerto hoy tampoco podría vivir
y darme cuenta que estoy muerto.

Lupus IV

Lupus IV

Soy un lobo
Pero hace mucho que no
Vivo en el bosque
( si es que alguna vez viví allí)
Quizás los árboles sean
Solo recuerdos de otras vidas
Igualmente,
El bosque vive en mí
Aunque el asfalto y los edificios torres
Me den un reflejo gris.
Soy un lobo entre muchos
Pero me reconozco en casi ninguno.
Soy un lobo que vive en la ciudad.
Podría irme,
Podría escapar para siempre
Y dejar que me guié el sol.
Pero no,
Acá estoy sufriendo
Mirando el sol detrás de unos anteojos
.

Niños perfectos en la oscuridad

Niños perfectos en la oscuridad

Las habitaciones están sumergidas en un lugar sin sol. Las pesadas cortinas de color beige cuelgan muy próximas al piso. La oscuridad está encendida por dos lámparas ubicadas en los extremos opuestos de la habitación y dejan ver dos figuras prolijamente paradas cuales estatuas.
Afuera, el sol raja la tierra.

1- El comienzo

Ariadna, de doce años y Exequiel, de nueve juegan a las escondidas. Es domingo, tres de la tarde y nadie anda por la calle a excepción de ellos. ¡Doce años y la llama niña! algunos dirán. Quizás ahora en los tiempos que corren a los doce una no piensa en juegos sino en chicos y sexo, pero no en esta historia ni tampoco en este tiempo.
Exequiel cuenta mientras Ariadna se esconde. Habían acordado un límite de tres cuadras a la redonda. Valía todo menos meterse en negocios y casas. Seleccionan un árbol y Exequiel comienza a contar. Ariadna corre hacia la izquierda siendo lo más silenciosa posible. Hace una cuadra y piensa que está muy cerca todavía entonces camina un poco más y al llegar a la esquina encuentra el lugar perfecto: un pasillo angosto y pequeño que finaliza en una puerta trasera. En el suelo crecía un pasto uniforme. Ariadna se acuclilla y espera. Pasan unos minutos y se asoma con cautela. Su hermano no está por allí. ¿Debe arriesgarse o esperar? ¿No es esa acaso la clave en las escondidas?
Sin pensar mucho más se levanta y corre sin advertir que del bolsillo se desliza una pequeña muñeca que lleva consigo siempre a modo de amuleto. Llega al árbol y grita:

— ¡Pica!

Su hermano aparece unos minutos después. Está decepcionado sabiendo que le toca contar otra vez.

— ¡Qué aburrido jugar de a dos!
— ¡Ah! ¡No! Perdí mi muñeca— dice Ariadna gritando.
— Te ayudo, vamos a buscarla, ¿dónde estabas?

Entonces volvieron a la casa. En la puerta había una mujer de pelo colorado y rulos que les dijo:

— ¿Buscando algo niños?
— Si, si, si— contestó Ariadna rebosante de alegría.
— Pasen, la llevé adentro.

2- Desvío

Aunque dudando, cruzaron el umbral.
El caserón era de techos altos y paredes oscuras, atravesaron el living hasta llegar a la cocina.

—Esperen un momento, siéntense— dijo la mujer y se fue.

A los pocos minutos volvió seguida de un hombre.

— Hola niños— dijo el hombre-.Mi nombre es Alberto y ella es Margarita.

Alberto era médico pues llevaba el ambo celeste que usan todos ellos. Margarita puso enseguida un jarro en el fuego y luego les sirvió a los niños una leche que tuvieron que tomar. Todo esto le llamó la atención a Ariadna y Exequiel y prontamente se dieron cuenta de que eran cautivos y nuevamente con miradas telepáticas se dijeron que lo mejor era seguir con la corriente. Así lo hicieron los dos. Tomaron la leche en silencio mientras Margarita y Alberto los miraban detenidamente. No pasaron más de tres minutos para que los chicos se desplomaran sobre la mesa. Alberto los midió y los auscultó.

— Son perfectos— le dijo a la mujer.
— Son hermosos— contestó ella cerrando la puerta—. En una hora vendré a ver si despertaron.

Ariadna abrió los ojos primero y vio que se hermano dormía a su lado. Estaban en una habitación muy grande, amueblada con solo dos camas, una cómoda antigua y un armario. No había ventanas ni cuadros ni objetos de adorno. El silencio era total. La puerta, alta y angosta daba a un patio. Ariadna lo comprendió todo en un minuto: eran prisioneros. De pronto, oyó unos pasos y alguien que dijo:

— Ya están listos, señora.

Ariadna pudo ver que era otra persona, una mujer y que estaba vestida de enfermera.
“Al menos sabemos donde estamos” pensó Ariadna, ahora hay que encontrar la manera de salir. Al despertar, Exequiel estaba mal y angustiado, quería irse en el momento. Ariadna trató de calmarlo y contenerlo enterrando sus propios miedos dejándolos así como para después.
Alguien tenía que ser fuerte.
Estaban hablando cuando Margarita abrió la puerta.

— ¡Chicos! Se han quedado dormidos y ya son más de las diez, supuse que tendrían hambre así que les preparé una comida, pueden pasar al comedor ahora, vengan.

Eso fue todo. Se miraron, Exequiel tenia cara de desesperación. Ariadna como quien sabe lo que hace le hizo a su hermano la señal de silencio. Camino hacia la cena un gato se deslizó por encima de ellos y de un salto cruzó el abismo de pared a pared. Exequiel pensaba que todo era una locura, que debían escapar y volver a su casa. No podía entender cómo su hermana tomaba la situación tan tranquila, casi con una normalidad tenebrosa. Sin embargo, decidió hacer su voluntad. En cambio, Ariadna veía el grado de demencia viciosa que esta pareja, si es que era tal, acumulaba y pensó que seguirles la corriente era lo mejor, que en el ribete de la locura se podía buscar una salida.
Lo único que sabían a ciencia cierta era que estaban prisioneros. ¡Zas! Tan pronto habían caído en una trampa, ¿mortal? Quizás. ¿Por qué ellos? Probablemente no se lo hayan cuestionado ya que muchas veces los porqués no son importantes cuando somos chicos. Sin embargo, ahora me parece clave para develar este misterio. Sí. Y la respuesta se las dejó a ustedes en este ahora.
La cena había sido abundante y ambos probaron todo. Nada les pareció contaminado. Margarita los miraba desde un extremo fingiendo hacer alguna cosa, atenta a servirles jugo de naranja exprimido cuando los chicos habían acabado con el contenido.
Ariadna pensó por un momento: ¡esto es mejor que casa! Y esbozó una sonrisa.


3- Terror y Soledad

El sótano estaba lleno de bichos que picaban, bichos sin nombre aún.
Allí, Alberto vestido con su ambo celeste ojeaba un manual de medicina mientras se rascaba la entrepierna.
Allí, soñaba despierto con hombres descuartizados por granadas en cualquier guerra, en cualquier lugar.
Allí, soñaba despierto que tenía que amputar, abrir cuerpos y cortar venas. Sentía la sangre tibia salpicar en su rostro.
Sentía estar aspirando su más dulce aroma.
En un lugar con muchos árboles, mucho aire, mucha luz viniendo desde los pulmones,
Un lugar que no sabía dónde,
Un lugar que no recordaba se veía solo, tal como se había sentido siempre.
Solo, como lo encontrarás en sus manuscritos.

4- Despertar

— Mira lo que encontré—dice Exequiel conteniendo la alegría pues haber hallado una llave era algo al menos.
— Uhmm, qué bueno, pero ¿de dónde será, exe?

No podían prender la luz, temían ser vistos así que buscaron en la oscuridad sirviéndose del tacto y de la escasa luz que resulta mucha cuando realmente se desea ver. Luego de buscar durante casi una hora no encontraron nada. ¡Qué mal y tristes estaban!

— ¡Ya sé! Esperamos a que amanezca. Con un poco más de luz veremos mejor— le dijo Ariadna a su hermano. Y se abrazaron y lloraron de miedo y de cansancio.
Juntos, en la misma cama lograron descansar un poco.

Al amanecer Ariadna abrió los ojos y miró la llave: era pequeña, debía caber en una cajita o en la puertecita de algún armario. En el armario ya la había probado. La intento otra vez. La llave era demasiado pequeña. Caminando en círculos miró a Exequiel que por suerte dormía. De pronto, escuchó un crujido bajo sus pies. ¡Claro!, se dijo ¡una madera floja! En el hueco vio una caja de madera con una cerradura pequeña, entonces puso la llave.
Lo que encontró la hizo temblar de espanto: el documento de Lucas Mariano Martín, una gomita de pelo rosa con una mariposa, un escudo de escuela cuyo nombre borrado no se podía leer, un anillo con una piedra verde y…
Su muñequita.
Su diminuto corazón empezó a latir muy fuerte.
¡Dios! ¿Dónde se había metido? Decidió dejar todo donde lo había encontrado, no decirle nada a Exe y conservar la llave. Entre el miedo y la desolación Ariadna pareció olvidarse de su muñeca y cerró la caja fuertemente. Dentro, la muñeca abrió los ojos esperando ver a Ariadna, pero la oscuridad y los otros objetos la rodeaban entonces cerró los ojos. Ya se sabía olvidada.


Salir de allí,
Escapar de ese lugar,
Algo mucho peor se esconde tras el amanecer


Salió de la habitación
No había nadie.
Fue hacia una de las habitaciones, espió por la cerradura y no pudo ver nada. Trató de abrir.
Cerrada.
Se encaminó hacia la habitación contigua. Volvió a espiar y divisó una luz tenue. Bajó el picaporte y la puerta se abrió. Cerrándola tras ella caminó lentamente hacia dentro. Su corazón latía fuertemente.
Era una habitación grande y de techos altos, muy parecida a la que estaban ellos. En los extremos opuestos Ariadna vio dos niños parados y sintió un gran alivio repentino.

— ¡Hola, soy Ariadna!—les dijo.

Ninguno emitió sonido.

— ¡Hola!—repitió, esta vez en un tono más alto.

No hubo respuesta.
Entonces se acercó a ellos. Primero fue hacia el niño que estaba a su izquierda. Ariadna lo miró detenidamente. Tenía los ojos abiertos y estaba inmóvil. Parecía no tener expresión alguna.

— Hola —volvió a decirle— ¿no puedes hablar?

Pero el chico no contestó.
Ariadna lo tocó, para asegurarse de que fuera de carne y huesos y notó que su corazón latía.

— ¡Ahhhh! ¿Qué te han hecho?—le dijo, sin esperar respuesta.

Caminó hacia el otro niño, tampoco hablaba, tampoco se movía.
Ambos vestían pantalón largo y remera. Ariadna lo tomó de un brazo y tocó su mano.
Ninguna reacción.
Vio en su brazo a la altura del codo muchas pinchaduras de agujas y pequeños moretones. En la muñeca tenía una cicatriz ancha de operación. Entonces, ya no se atrevió a ver más, lloraba y temblaba. Lo que había visto superaba cualquier cosa que jamás hubiese imaginado. Ellos estaban vivos, si es que a eso puede llamarse estar vivo. Un miedo siniestro se apoderó de ella: debían escapar ¡ya!
Volvería a la habitación a despertar a Exe y a volver a su casa.

5- El crimen de la Soledad perfecta

Los libros se apilaban en el piso desde tiempo inmemorable, habían pertenecido a la familia y ahora le pertenecían solo a él; aunque eso no le importaba demasiado. Se leían entre tantos volúmenes los siguientes: “Historia de la medicina”, “Huesos y articulaciones”, “Histología”, “El cuerpo humano: desarrollo y crecimiento”
Graduado en la Universidad de Buenos Aires en medicina Alberto se había especializado en pediatría y noche tras noche se encerraba en el sótano, tomaba pastillas para no dormir y leía y pensaba hasta el amanecer pues quedaban todavía muchas incógnitas respecto del experimento, por llamarlo de algún modo. Durante el día tomaba muestras de sangre y las analizaba, también estaba con los chicos, aunque se aburría un poco. Con la ayuda de las sillas de rueda los sacaba al patio a tomar un poco de sol y confirmaba la sensibilidad de las pupilas, entonces les contaba los últimos descubrimientos, avances que creía haber hecho. Se sentía contento al ver que no había cambios en la expresión de los ojos, pues creía que eso era lo más difícil de lograr y lo había logrado, por lo menos hasta ahora. El contacto directo significaba observación. Solo observación. Las muestras de sangre, aunque efectivas y necesarias, no lo decían todo, claro. También contaba con la ayuda de las enfermeras y de Margarita. Por momentos pensaba que tenía todo bajo control y actuaba como un autómata. Guardaba un cuidadoso registro de los resultados de las muestras, de los músculos que había extirpado, de las numerosas operaciones que realizaba en el sótano y de, por supuesto, cómo había reaccionado el sujeto. Además tenía un diario con el nombre de cada niño. Los que marcaba con una cruz eran los que habían fallecido. Ya eran más de una veintena. Sin embargo, nada habían significado para Alberto pues eran imperfectos y rebeldes, algunos no habían sobrevivido a las operaciones o él los había matado sencillamente porque no daban el resultado esperado. Alberto trabajaba unas pocas horas en el Hospital de Clínicas y pasaba desapercibido, conversaba con otros colegas pero evitaba entablar una relación estrecha. Si arribaban las preguntas muy personales enseguida decía que tenía que irse, que un paciente lo esperaba, que tenía un llamado o cualquier otra excusa que llegaba a su mente. A veces respondía con mentiras y como es de imaginar, no tenía ni un alma amiga, sus padres habían muerto hacía ya más de diez años y decía que no tenía hijos. Solo tenía a Margarita quien también estaba sola en la vida. Se habían conocido en la universidad y a los pocos meses Alberto le había pedido matrimonio. Ella, ansiosa de escapar de las garras de su padre quien la había mantenido bajo llave tantos años de su vida, aceptó sin pensarlo demasiado, tal vez solo pensando que así sería libre.
El le había prometido una casa enorme y la posibilidad de seguir estudiando sin tener que preocuparse por el dinero. Así fue cómo Alberto consiguió en ella la pareja perfecta, o mejor dicho la esclava perfecta y pudo sus sueños hacer realidad. No le importó que ella no pudiera engendrar hijos en su vientre ya que él quería mucho más que eso, en realidad, no le gustaban los niños comunes, como él les decía, prefería el placer de moldearlos a su antojo, de crear su enfermedad y proporcionarles la cura. Se sentía encantado ante la posibilidad de crear un hijo perfecto con el sacrificio de tantos años de estudio, con el sacrificio que la humanidad entera había hecho para lograr semejante conocimiento como los es la medicina; y gracias a él se podría admirar al hijo perfecto, si es que finalmente tenía éxito. El día que Exequiel y Ariadna llamaron a la puerta fue clave para la pareja asesina pues ellos fueron los únicos que no habían tenido que capturar, los únicos que habían sido guiados allí por el destino, los únicos que habían decidido entrar.


She feared lest she might not be able to run away
What if now she was a prisoner and couldnt break free?
What if it were the sheer destiny?
Not dreams actually
Only nightmares!


6- Un escape incierto

—Ariadna—llamó Exequiel susurrando. Luego vio que estaba solo entonces volvió a la cama, dónde estará, se preguntó y temió por ella.

Sintió que iba casi volando por el patiecito hasta llegar hasta la pieza. ¿Cómo escaparemos? Se preguntaba con un miedo feroz de quedar atrapados por siempre. Una y otra vez volvían las imágenes de los niños. No tenía palabras para explicar semejante horror. No se lo contaría a Exe.

— ¿Dónde estabas?—le dijo su hermano quien estaba a punto de la desesperación, algunas lágrimas se secaban en sus mejillas, otras habían llegado a los labios para desaparecer en su boca.
— Salí a investigar. Tenemos que irnos cuanto antes, Exe. —dijo Ariadna, todavía agitada por la imagen devastadora de los niños inmóviles.
— ¿Qué encontraste?—preguntó Exequiel.
— Te cuento cuando hayamos salido—dijo Ariadna.

¿Cómo iban a escapar? Se preguntaban los hermanos. Entonces Ariadna pensó que subiéndose uno encima del otro y a la vez sobre uno de los macetones quizás podrían trepar a la medianera y luego saltar. Igual que otras veces, apoyaron las orejas sobre la puerta. Nada se oyó, entonces salieron. La noche llegaba a su fin y poco a poco el cielo se iba aclarando. Exequiel se paró sobre los hombros de su hermana quien hacía equilibrio en el macetón. Exequiel se estiró lo más que pudo, aun así no alcanzaba la medianera. Ariadna se puso en puntas de pie entonces Exequiel logró asirse y con mucho esfuerzo levantó su cuerpo, una vez arriba ayudó a su hermana tomándola de los brazos. De pronto, apareció un gato blanco que les guiñó un ojo y al instante desapareció de un salto. Los chicos caminaron por la pared en dirección a la calle. Todo su cuerpo estaba sobresaltado y tensionado, de alguna manera esperaban que alguien apareciera y los volviera cautivos.
No podían creer en su hazaña.
Sin embargo, todo había ido perfecto. Ariadna pensó que luego de saltar debían correr sin parar hasta su casa, pues alguien podría escucharlos. Más que saltar era tirarse, el tramo era un poco más de dos metros. Primero fue Exequiel quien al caer se raspó el brazo y las piernas, luego Ariadna que lo levantó y lo llevó casi corriendo la cuadra que los separaba de su casa. Ella pensó en los niños que estaban en esa casa horrible, pensó en cómo podía ayudarlos aunque parecía ya era muy tarde para eso.
Alberto escuchó unos retumbos pero no le llamó la atención pues en el sótano se escuchaban toda clase de ruidos del exterior.
Todos distorsionados.
Apoyó en el escritorio uno de sus cuadernos de apuntes y se desplomó sobre el catre. Las últimas líneas decían: “tan arduo trabajo llega a su fin. Estos son los últimos niños.”

7- Una nueva vida en Soledad

Hacía más de diez minutos que esperaban en el umbral. En su interior crecía la desesperación que trataban de ahogar.
No podían creerlo ¿Dónde estaban mamá y papá?
Nunca nadie les abrió la puerta.

Abril 2008 * M.s.I



London Deremi

London Deremi

Con pisadas exactas cabalgaba hacia la cordillera. Sola. Quizás la perseguía algo invisible o demasiado real, quizás escapaba de su hogar. Tenía el cuerpo muy caliente, el pelo negro que estallaba y el aliento que salía de su boca hacía acelerarla aún más. Los ojos tan transparentes miraban con desesperación. De pronto, el terreno cambió. Sus patas perdieron el control y cayó.
Rocas.
Una clase de pequeño acantilado oculto.
Permaneció así comprendiendo que nada podía hacer para librarse de aquel estúpido destino.
Quebrada. Inmóvil. Sentía como el dolor colmaba todo su cuerpo extendiéndose a cada centímetro de su equina piel. Pasó un tiempo. Los ojos se pusieron brillosos y miraron hacia todas las direcciones esperando incluso algo peor.
El arroyo que fluía más abajo sabía quién estaba allí. Pequeños pececillos de diversos colores jugaban con el agua danzando en perfecta armonía al igual que la muerte jugaba con el equino.

Ven, colma mi ser
Dulce muerte
Desdóblate en mí.
Te espero como ayer,
Hoy y siempre. Y hoy es el día en el que
Habré de abrazarte, tocarte y decirte:
Hola, aquí estoy.

El cuerpo se aflojó. La yegua miraba a su alrededor. Parecía aceptar su realidad de un modo muy sencillo como casi nunca se ve en los humanos o en los animales domésticos.
El olor de la sangre que brotaba de su cabeza, de sus patas y de su vientre atrajo seres un tanto espeluznantes que luego permanecerían allí durante días nutriéndose y reproduciéndose en el cuerpo perfecto de la yegua. Ella se tragó el dolor. Nadie había allí para auxiliarla. Sin embargo, el paisaje no era nada cercano a la desolación: las mariposas fluían con el aire, las piedras se desmoronaban y giraban sobre sí mismas y en el río flotaban los diamantes de agua.

Muerte, descomposición.

En otro lugar bastante remoto, no tanto por la distancia sino por el ambiente, por el aire e incluso hasta el agua, un cadáver también se descomponía dentro de una bolsa de nylon gruesa en la que yacía yendo transportado de incógnito por un camión hacia el sur. Y no era una bella yegua. El cráneo, las extremidades y la entrepierna mostraban que ése era el cuerpo de un humano.

Buenos Aires, Argentina. Con lo referido a los acontecimientos ocurridos el pasado Marzo, la corte todavía analiza los hechos.

Al leer esto, Araña pensó en la constante ineficiencia de la justicia y también pensó en lo jodido que estaba una comunidad al permitir que así fuera. Es más fácil dejar que los demás hagan las cosas y después criticar.
El camping no parecía muy seguro, pero no había otro por la zona así que se registró y después de buscar un lugar, armó la carpa y se tiró a descansar. El viaje había sido largo y la mochila, a veces, pesada.

El hecho pudo haberse producido en la provincia de Neuquén u en otra. Informa: Fuente Verde.

—No informen tanto, che—pensó Araña.

Dobló la esquina. Apareció en el camino. Era un niño. Caminaba rápido y firme como quien se dirige a un lugar que sabe su destino. Flaco, de piel morena y pelo corto. Cuando llegó al camping, observó el lugar: una carpa igloo se erguía tirante bajo el sauce, único testigo pero inmutable, silencioso e inservible pensaría luego London al recordar aquel árbol que lloraría eternamente igual que ella, aunque se mantuviera verde en las primaveras para recibir con gracia y humedad a las abejas fértiles que bailan alrededor de una flor.
Al aproximarse escuchó el ruido de un cierre. London abrió la carpa y salió. La media luna se mostraba maligna. El se acercó a la carpa y vio que ella estaba sola, luego volvió al lugar donde se encontraba. Caminando lento y relajada London volvió a la carpa y se acostó.
¿Qué pensamientos surcaban su mente? No lo sé.
Un cuchillo acorde a su tamaño se dejó ver en aquella noche de espanto y sin poder dar cuenta de sus propios sentimientos arremetió contra la carpa. Se trastabilló y cayó sobre ella. Dando un grito de horror se despertó repentinamente a una realidad que no comprendía ¿qué hacía un niño sobre ella con un cuchillo en la mano? Cuando se recuperó de la caída (escasos segundos) se abalanzó sobre ella, la cacheteó y la golpeó en el estómago sosteniendo sus brazos, ella resistió y contestó sus golpes con un rodillazo en el pecho y para su sorpresa no pareció hacerle nada. Vio que el cuchillo se dirigía rápidamente a su estómago entonces se lo sacó de una sola maniobra y se lo clavó en el cuello. El niño se desvaneció en el mismo momento cayendo sobre London. La sangre brotaba ligera junto con el silencio. Pasaron unos minutos hasta que London reaccionará. De un golpe, se sacó de encima al niño. Vio que estaba muerto. Ya no le haría daño.
¿Tendría que explicar la situación a otras personas que no entenderían?, ¿se sometería a juicios, habladurías y a cuántas otras cosas más? Su joven cuerpo desnudo decía no. Y, ¿entonces? Lo que hizo London Deremi es muy fácil de relatar:
Seleccionó ropa limpia y la sacó fuera de la carpa, en una bolsa negra puso el cuerpo y lo metió en la mochila. Se envolvió en una toalla y se dirigió al baño. El agua fría la despertó por completo y limpió la sangre. Disfrutó de la ducha llorando lágrimas de decisión. Tocó todo su cuerpo y se sintió afortunada. Volvió a la carpa sintiéndose extenuada, se durmió.

—Yo te dije que hicieras esto, London, ¿ahora qué?—dijo en voz alta y sonó a sermón.

London sintió miedo. De pronto, esas preguntas tuvieron respuestas desagradables. Condenantes. Esclavizantes. Y solo sintió que quería escapar de eso sin importar nada más.
Mezclando colores podía escapar, pero se sentía débil, sin razones.
¿Hacía dónde se dirige London Deremi? ¿Por qué está tan atormentada? Solo fueron las circunstancias, London. Despreocúpate. A eso tenía que llegar para poder cargar la mochila e emprender un nuevo viaje.
El sueño no existió. Se despertó como si nunca se hubiera acostado. Miró la mochila de reojo. ¡Deremi!, ¿qué hiciste? ¿Qué es esto?

Buenos Ayres, Arg, 2004. missing child. Small, dark complexión, short brown hair. A week away from home.

Se vistió, desarmó la carpa, se puso la mochila y salió. ¿Qué hora será? respiró, miró al cielo ¿Qué es esa pregunta? se dijo, quizás piensen que estoy loca pero el tiempo no es nada mirando el arco iris.
Apareció de repente, ampliando el panorama, el lago de oceánica profundidad ¡Cuántos son los secretos que nos ocultas!
¿Podría una chica como London Deremi cargar con un muerto en la espalda?
Sí, y de hecho podía hacerlo por mucho tiempo.
Yo no hice nada. Esto sucedió simplemente. ¿Se quería convencer? Quizás de que podía. ¿Olvidando podía hacer de cuenta que no existía? Claro que sí.
Salió a la ruta. Esta vez había algo horrible en ella. El pasado se volvió muy real. Volvía a pasar lo mismo. Sintió que ni el tiempo ni el lugar la ayudarían.
Pronto, cargar con el muerto se volvió olvido, ¿para qué recordar? Luego se daría cuenta lo mal que hacía en disimular para ella misma la situación dado que no reparaba en hacerlo evidente para los demás, aunque a los demás no les importara y tomaran las palabras de London como una broma un tanto oscura. Sin querer admitir la perversidad de los que la rodeaban, London escupía su dolor a quién quisiera cruzarse en su vida, viendo tristemente como este se incrementaba al verse sola y desprotegida, esperando siempre una palabra de aliento, una caricia, un consuelo. Ignorando esto por completo, pues nuestra London era tan solo una niña cuando clavó el cuchillo que dividió su cuerpo en dos, emprendió su viaje una y otra vez tratando de curar la herida que creía totalmente injusta y que olvidaba con frecuencia para evitar el dolor. ¿Cómo estás?, era una pregunta que se repetía constantemente, pues no quería perderse de vista.
El paisaje cambió. Las montañas, antes majestuosas y bellas eran tenebrosas e infinitas y la hacían sentir disminuida e insignificante, trataba de evitarlas, pero ¿cómo hacerlo? Siempre allí inalcanzables.
Una vez en la ruta, esperó. Se sacó la mochila y miró para otro lado. Se preguntó si alguien la habría escuchado irse del camping. No, estás más sola que un perro de la calle, London, se dijo en voz alta. Una Land Rover negra pasó a gran velocidad y London sintió que se hacía más pequeña. Tranquila, tenés que estar tranquila London, todo se va a arreglar, pero sentía que aquello no tenía arreglo en absoluto y de hecho eso parecía lo más sensato de todas las cosas que había pensado. Un Renault Clío verde, una F100 blanca, una camioneta de hielo, ¿quién la llevaría? No fue larga la espera de ese trayecto.

Bs. As., Arg.. Se solicita cualquier información del paradero de Federico Díaz, por favor llamar al 0-800-011-3545.

Se le escapaban muchas cosas. Muchas incógnitas respecto al muerto. ¿Quién sería?
El viaje fue cómodo y sin ninguna necesidad de hablar aunque London se encontraba charlatana en esa tarde que nunca olvidaría junto al muerto que la acompañaría durante mucho tiempo, o al menos eso fue lo que le pareció a London. Abrió la puerta y bajó. ¿Hacia dónde se dirigiría ahora? El auto desapareció rápidamente en la ruta zigzagueante. De pronto, sintió curiosidad. Abrió la mochila y buscó la cara. Le movió un brazo y debajo aparecieron los ojos: dos pequeñas bolas que no decían nada. ¿ A quién había matado? No entendía por qué siempre reparaba en ese hecho y no pensaba por qué la había atacado. Exhalaba dolor de olvido pero ni siquiera al ver su cara dióse cuenta London de la situación en la que se encontraba. Sintiéndose una estúpida por cargar con el muerto, London se sentó pensando por qué sentía que debía llevarlo.

Partiste mi corazón
Quebraste las esperanzas
Y solo era una niña.
Te interpusiste en el viaje
Y yo tuve que seguir andando
Sola.
E igual quisiste hacer de cuenta
Que nada había cambiado, rodeándote de personas.
Yo solía ser tan feliz.

Otro auto frenó. ¿A dónde iba? Inventó un destino.

—Sí, está bien —le dijo.

Empezaron las preguntas y las respuestas, y aunque encontrara el interrogatorio un poco odioso sentía que no tenía alternativa pues “parezco tan liviana y feliz, si supiera que tengo un muerto en la mochila”.
La radio sintonizó un noticioso.

“Sigue sin aparecer Federico Díaz, un niño de diez años extraviado hace ya una semana, las investigaciones apuntan hacia algún hecho producido en el camping “Los Alerces” a unos cuantos kilómetros de la casa de la familia que denunció el hecho.”

— ¿Qué haría un chico de diez años tan lejos de su casa?— se preguntó el conductor. London no abrió la boca. El hombre la miró esperando algún comentario pero London miraba fijo la ruta aguardando que el tema quedara en el olvido. Nadie dijo más nada. Ella no lo había querido matar, pero tuvo que hacerlo.
Mal, mal, mal estás haciendo las cosas mal, se decía London Deremi pero era incapaz de cambiar las cosas y se preguntaba porqué el hombre la miraba cada vez que podía. De pronto, nubes negras treparon la montaña avecinándose como una amenaza. En la radio repitieron la noticia que, por supuesto, no era tal para London. Se asomó y se miró por el espejo retrovisor y vio a una niña preciosamente confundida y no pudo evitar recordar al muerto e imaginar cómo la sangre se estaría coagulando en su mochila, cómo se estaría pudriendo la carne y cómo se estarían secando los ojos.
Procesos inevitables pensó London.
El hombre estacionó el auto. Momento de bajarse. La mochila pesaba aun más, pero London era una chica lo suficientemente fuerte como para hacerse cargo de lo que había hecho. Aunque no había querido hacerlo, aunque así se había presentado en su vida. Caminó por el pueblo. Desolación sintió al ver familias enteras almorzando, amigos divirtiéndose y personas esperando reunirse con alguien. Caminó, su cabeza daba vueltas. No sabía lo que iba a hacer. ¿Esperar un próximo auto que la llevara? ¿A dónde? Todo pierde el sentido otra vez y no hay nada que pueda evitarlo. Ir, venir, volver, ir otra vez.
Se podría decir que mi historia es un poco la suya o viceversa y que el tiempo era muy extraño, no como lo es ahora. Antes, el tiempo parecía estar manejado por otros. No era nuestro. Nos perseguían cosas del pasado
Y dijo:

— ¡Basta de ruta, basta de dedo!

Justo después un auto frenó a su lado. Levanta vidrios abajo. Una voz masculina hizo la pregunta de siempre y London contestó con el sí que últimamente le convenía si quería llegar a alguna parte, por alguna que fuera. Claro, iba para...
London no pudo explicarme a dónde porque no lo recordó. Ella miró a quién conducía su destino en ese presente: joven, macho, veintiséis años aproximadamente y bien vestido quien comenzó haciendo preguntas que London no podía dejar sin contestar. Muchas veces lo hacia mintiendo.
“Hablamos de muchas cosas, yo había puesto la mochila en el baúl del auto y sentía necesitar de alguien”
Hablando, hablando, hasta que llega el momento en el que no se puede decir más nada y empiezan a hablar otras partes del cuerpo. Cuando se quiso dar cuenta el tipo estaba sobre ella, besándola y tocándola. Pero ella estaba en otro lugar. Las manos que la tocaban eran invisibles, la boca que besaba sus pechos era insulsa y todo carecía de sentido incluso el placer que había aprendido a sentir forzada, avergonzada y asqueada de sí misma por dejarse hacer cosas que no quería. Solo anhelaba escapar, negar y olvidar todo lo que había pasado. Igual, el tipo había sido dulce. Sintiéndose mal recogió su ropa y se vistió rápido tratando de evitar que él la viera demasiado.

— ¿Qué cómo era?—me preguntó London como un abismo lleno de eco.
—Sí, ¿cómo era? Dije, ¿sos sorda?

Y ya había perdido la paciencia porque las conversaciones con ella carecían de sentido, por más que yo tratara de comprender, sus palabras rebotaban en el suelo, en las paredes y burbujeaban en su boca para perderse en un abismo profundo, rocoso y oscuro donde también había otras palabras tocando las suyas.

—No me acuerdo.

Y ya no le pregunté más. Hacer de cuenta que eso nunca había pasado era su próximo paso.
Un manto oscuro la cubrió. Era el olvido a quién también había olvidado.
Videó al muerto. El pequeño se encontraba solo, en un lugar que ella no podía alcanzar.
Miró fijo la ruta y recordó que no se acordaba a dónde iba.

—¿Acaso importa el lugar?—se dijo a sí misma.

¿Cuánto tiempo hace que llevo adelante esta locura? ¿Por qué era tan importante el tiempo, ahora que se deformaba constantemente como las gotas de lluvia deslizándose sobre un vidrio? Sola, desprotegida y en la ruta, London Deremi se cuidó lo más que pudo, lastimándose en el camino, refugiándose en el pecho y en los brazos de quién quisiera acunarla.
Pasaron los días y las noches y con más frecuencia veía al muerto. En sus sueños, despierta y desvelada aparecía el rostro deformado por el calor y por el tiempo.
Cansada del concreto, se adentro en los bosques que iban hacia la montaña. Tomó un sendero que por momentos se perdía circundado por rosas mosquetas cuyas espinas se enganchaban en la ropa, desgarrándola. Esto parecía no importarle a London quien avanzaba lento pero firme cargando su mochila y su alma. Al adentrarse cada más, el entorno cambió. Sintió que rompía telarañas y que estaba rodeada de pequeños, y no tan pequeños insectos de toda clase y diseños. London estaba estupefacta ante las maravillas que se presentaban en ese ambiente.

—Tan propicio para insectos—dijo.

Y siguió caminando sin saber hacia dónde se dirigía. Soñaba con un tiempo mejor. Y siguió caminando, claro. No pensó jamás en detenerse, no pensó jamás que estando allí con el muerto igual estaba sola y mirando siempre hacía él, el bosque se volvió más inmenso de lo que realmente era, se volvió más verde oscuro, e incluso comenzaron a aparecer figuras. El bosque se volvió tan basto que sus brazos no podían rodearlo, tan basto que se perdió en las hojas más viejas y oscuras, tan basto que se volvió ajeno, tan ajeno que se partió en miles de pedazos y se convirtió en odio y maldiciones. Alrededor de esto, London construyó poco a poco un muro de pensamientos oscuros y contradictorios. Se rehusó a ver lo que veía, se rehusó a ser lo que era y siguió caminando, alejándose de los demás y acercándoseles solo cuando lo creyó necesario. Pasó la noche en el bosque. Vio aparecer la luna luminosa y las estrellas que tanto ansiada ver. Esa noche comprendió cuan sola estaba, mucho más incluso después de haber estado con ese hombre. Soñó, y en ese lugar las cosas estaban verdaderamente bien, pero se desvanecían al despertar y ni siquiera quedaban en su memoria. Al despertar encendió un fuego y se preparó un té. Pensó en lo que había dejado atrás, en la ciudad, en la familia de la ignorancia. ¿Qué sabían ellos de London? No mucho, a decir verdad, porque poco les importaba. Entrar, salir, comer y bañarse, no más de eso. Cualquier intento de recomponer las cosas se sabía fallido. Y aunque ya había pasado mucho tiempo del día que había decidido cruzar el umbral, a veces pensaba en ellos sin poder evitar que la tristeza se acercara, reptando desde lejos hasta alcanzarla y hacerla recordar lo que ella olvidaba a diario. La noche había sido amable y el día parecía prometer carisias de sol y nubes de algodón. Apagó el fuego, esparció las brasas, se colgó la mochila y siguió adentrándose en el bosque.

—No puedo creer a todos los peligros que te expusiste, London, estás loca—le dije, pero estaba segura de que mis palabras nada significarían para ella. — ¿No te encontraste a nadie?—le pregunté.
–No.
Pero yo sabía que mentía porque lo había dicho moviendo las manos y siempre que mentía hacía eso. Pero ella quería ocultar la verdad, sentía que el hecho de que ella sola lo supiera podía, de algún modo, borrar esa verdad que tanto odiaba. Eliminarla por completo, ese era su anhelo.
Claro que había encontrado a alguien. En los bosques del sur parece que no hay nadie pero London había comprobado lo contrario. Allí estaba ella caminando contenta sin ninguna razón aparente cuando, de pronto apareció un hombre, uno de esos horribles, pensó London, de los que piensan que las mujeres son objetos y que lo único que quieren en la vida es un macho. Pero, London no era una mujer, no todavía. ¡Qué asco! Pensó ella cuando lo vio aparecer. Se asustó cuando vio que se aproximaba a ella. Caminaba como un hombre prehistórico, hasta su cráneo parecía el de un mono.

—Aquí se aproxima lo que buscaba Darwin. ¿Tanto tienen que investigar para darse cuenta que el famoso eslabón perdido es el macho?—se dijo London en un susurro.

Un claro y perfecto ejemplo de la involución, o del cese de la evolución y, pudiendo apartarse de la situación, vio que ella era una rosa y el hombre una infección, un ser totalmente fuera de lugar en ese espacio tan verde, floreciente y estallante y London no pudo comprender cómo eso era posible. ¿Qué hacia un animal tan espantoso ante ella? ¿Cómo podía existir algo así? London era muy ingenua. A pesar de haber matado a alguien era inocente y confiaba en las personas.
El hombre se abalanzó sobre ella.
No, no se había encontrado con nadie.
Le arrancó la ropa.
No, no se había encontrado con nadie.
Le dejó una sensación que no la abandonaría nunca.
No, no se había encontrado con nadie.
Debo admitir que pensé que mi amiga buscaba su propio fin, su propia muerte. Sentadas, casi en completa oscuridad, el silencio volvió a apoderarse de ella en forma de palabras sin sentido.

— ¿Qué me estás diciendo? Vamos, no me mientas ¿qué pasó?—eso es lo que le hubiera gustado escuchar de su amiga, pero ella, cansada de London aceptó la respuesta como válida perpetuando así la confusión que residía en cada núcleo del cuerpo del London.

¿Cómo haría esta chica para salvarse de este mundo, entonces? Estando completamente sola, rodeada de amigos incapaces de poder ver en ella lo que ella no podía ver.
A London no se le ocurrió mejor recurso que hacerse amiga del muerto. Comenzó a hablarle sin obtener respuesta. Claro, los muertos no hablan, pero por alguna razón London esperaba una respuesta. Ocasionalmente abría la mochila para verlo y hablarle. Pero, la verdad era que la situación era ya insostenible, el muerto despedía olor, su carne ya se había comenzado a desintegrar.
Vio que el bosque terminaba. ¿Dónde se encontraría? Siguió caminando contenta de salir de él y expectante por ver lo que le esperaba.
Una ladera desierta, un precipicio y una montaña con picos nevados fue lo próximo que encontró y para variar, siguió caminando.

—No te creo, no me mientas más, todo el mundo estuvo buscando a ese chico, ¡qué forma más horrible de llamar la atención, ¡London! Por favor deja de mentirme.

London la miró pensando que lo mejor era que no le creyeran y esa fue la primera y última vez que mencionó el asunto.
Llegó al precipicio. Miró alrededor y vio un cadáver. Presa de la curiosidad, bajo agarrándose de las piedras. El cadáver estaba casi completo y todavía algunos bichos encontraban algo para comer. London lo investigó hasta darse cuenta que esos huesos habían pertenecido a un esbelto caballo. Lo observó. Se sacó la mochila y se situó a pocos metros del cadáver. El silencio era completo. Y claro, pensó, los muertos no hablan. Solo ellos la rodeaban. Vio que más abajo fluía un arroyo. Fue hasta él y se lavó las manos y la cara. Regresó y al abrir la mochila: Repulsión. El muerto se descomponía cada vez más rápido.

—¡Qué asco!—dijo London empujándolo hacia fuera.

El pequeño ya no era un niño, era una masa de carne hinchada y sangre podrida. London vio como cientos de bichos abandonaban el esqueleto para comerse al niño.

—Aquí te quedas. Ahora vamos a descansar en paz—dijo tomando la mochila.
Se alejó por la ladera en dirección norte hacia un destino que sabía certero.

2004* M.s.I

domingo, 21 de febrero de 2010

Alma de colibrí

ALMA DE COLIBRI

Soledad como un amanecer en los campos de Dios
Soledad tan cierta como irreal
no estamos ni dejamos de estar en... Soledad
o la mujer mas bella... en la oscuridad,
tu estrella Soledad
alma de colibrí que sin estar esta aquí
Soledad tan frágil como gigante
sensible Soledad delirante
Soledad temblando rabia en mis brazos que abrazan
Soledad como un espejismo que no deja de reflejar Soledad y el amor ahí,
cruzando almas y el amor ahí, solo en tu mirada
Soledad poetisa que zurca albas y galaxias de calamar y paz
Soledad que arruga nariz y putea la injusticia
ardiéndote desde el corazón a la lengua
Soledad milagro sin pausa... de vos me envuelvo hoy,
en esta distancia.... SOLEDAD A.... VOS

por Degos * 2004

domingo, 14 de febrero de 2010

Grillo y Araña

Tan solo los árboles de mi cuadra están pelados. Árboles de más allá le hacen frente al invierno conservando hojas verdes al viento.
¿Por qué los domingos la gente no conduce sus autos como los días de semana? ¿Por qué vivimos esclavizados al concepto de una semana?
Afuera el sol es hermoso y los ojos del gato no pueden ser más perfectos, pero adentro lucho para que un rayo de sol acaricie mi piel. Me poso en la cornisa donde durante un rato el sol me concederá su grandeza. Sediento de sol. Sediento de acción. Me pregunto cuánto tiempo más viviré así, escuchando a los perros-lobo aullar noche y día porque los mantienen encerrados en una habitación donde apenas pueden darse vuelta. Yo soy uno de esos perros. Estoy dispuesto a morir por un rayo de sol. No me importa caer. Primer piso, segundo, quinto, onceavo, cuarto, estoy seguro que moriré. Todavía no sé volar.
Pero, ya se fue. Ahora corro tras él. ¿Hacia donde? Lejos, lejos de aquí.
Todos los días muero y vivo por vos. Todas las noches muero y nazco en la mañana temprano solo para verte. Ahora ya estás tan lejos y aún así puedo verte.
El sol se eleva iluminándonos. La ciudad está siempre en las sombras.
El invierno ya está aquí otra vez. El invierno en que nací, el invierno en que crecí, el invierno que ahora está a mi lado, acompañándome. Soy una hoja castaña más en el viento ¿Por qué los pájaros prefieren posarse en los árboles sin hojas antes que en los edificios altos? Saben. Ellos saben.
Salí de la casa jurando nunca volver. Me fui casi corriendo. Me hubiera gustado seguir a un pájaro, pero los que hay aquí no hacen más que volar en círculos. Por eso prometí nunca volver. Quizás, yo no estaba loco, quizás los pájaros me habían afectado con su monotonía circular, quizás debía culparlos a ellos por mi condición actual. ¿Cómo no hacerlo? Después de todo, son criaturas irritables de observar, pero al fin y al cabo, aves, que podían escapar fácilmente, si querían. Sin embargo, yo deseaba ver aves libres, no aves circulares que en su vuelo entraban en mi cerebro y lo picoteaban como si fuera un gusano enorme, jugoso y grasoso. Sí, ¿cómo no culparlas? Pero si hablo de culpas no crean que solo ellas cargan con todo. También debería mencionar a cada individuo con el auto y la bocina ¿por qué la hacen sonar por cualquier motivo? ¿Acaso no sienten como retumba en mi cerebro sacudiéndolo? ¡Cuánta crueldad perdonamos a diario! Bebés expuestos a terribles ruidos, mujeres embarazadas paradas en la esquina de Lavalle y Tucumán mientras los cavernícolas con sus naves espaciales tocan la bocina para llegar a ninguna parte perturbando a un ser que se está formando. Ese niño ya sabe qué es el mundo antes de nacer.
Seres insensibles me perturban de una forma muy cruel, quisiera ser uno de ellos para no sufrir tanto.
¿Cómo no culpar a los que no miran para atrás? Sangre. Hace cinco años que esa palabra viene conmigo. Es lo primero que siento en la mañana. Es lo primero que me gustaría ver. “Sangre, todos los días con el Gran Diario Argentino” No podemos vivir sin ella, pero ¿cuántos hay que viven de ella? ¿Cuántos que olvidan que la tienen? ¿Cuántos con sangre artificial? ¿Cómo no culpar a la humanidad misma? Y acá me incluyo yo ¿no?, realmente no me atrevería a afirmarlo. Así como hay algunos que pertenecen al reino vegetal, yo creo que soy parte del reino... Quizás la humanidad seamos animales encarnados ¿Cuántos hay que son como osos mieleros, águilas ágiles, tigresas radiantes, serpientes constrictoras, lobos negros, perros falderos, ratas de alcantarilla y monos traviesos? Quizás todos seamos la mezcla del multiverso, quizás en nosotros viva la respuesta de la creación, quizás exista en cada objeto.
Yo, un día hablando con Grillo.


—Nadie piensa en los demás, che.


Fue él quien inició la conversación.


—Es verdad, pero ¿por qué deberían?


La cara de Grillo se transformó, de un verde oscuro a uno enfermizo. Grillo es para mí como una iguana. Posee movimientos lentos y ojos propios de reptil. Cosa que nunca le dije, claro.


— ¿Por qué deberían? Jamás me había hecho esa pregunta. No lo sé.
—Entonces, ¿por qué lo afirmas y hablas como si supieras lo que estas diciendo?
— ¿Por ignorante?
—Exacto.


Ambos nos reímos.


—Pero vos no sos más brillante que yo.
—Ya lo sé, pero me gusta ponerte en evidencia, Grillo.
—Eso es un amigo.
— ¿Acaso pensas que tenés uno?
—Ah, sí claro, me sale humo por la boca.



Jurásico: todos supieron, al menos en ese momento, lo que significaba esa palabra. Todo por la película. Átomo: Yo soy un átomo también: alguien perdido que no sabe de dónde vino ni en dónde está, no sabe nada a excepción de que él mismo es un átomo as well.
El día había empezado bien, el sol brillaba y no se venían nubes por ningún lugar, pero cerca de las dos de la tarde comenzó a soplar un viento muy fuerte que trajo consigo las nubes que hicieron del día un dolor de cabeza. Recuerdos, recuerdos y más recuerdos. Esas malditas nubes complican todo. Ni la imaginación me hace sentir bien ya.


—Todo esto antes no existía—le dije a Grillo—.Nuevas formas de dominación.
—Siempre nos van a dominar.
— ¡No!


¡Maldito Grillo! Tenía muchos pensamientos esclavistas en los que yo no podía involucrarme mucho. Miradas introspectivas. ¿Yo, que juzgo hasta los pájaros? Pero, también viven en esta ciudad colmada de drogas. Drogas para todos. Reconciliadas, disfrazadas, invisibles. TV, propagandas, anuncios, alcohol, tabaco, chocolates, teléfonos celulares, coca-cola, pastillas, Internet, videos, Mary Jane, coke, LSD, éxtasis, y cuántas otras. Infinitamente más dañinas son las “disfrazadas” consumidas casi por todos en su totalidad. Son también drogas que, en gran medida no podemos rechazar como los anuncios y los carteles. No puedo mirar el piso o el cielo todo el tiempo. Drogas para los ojos, pues todo queda grabado en algún lugar de nuestra memoria y cierto día uno actúa de una forma y no sabe por qué. Nos esclavizan sin que nos demos cuenta. La televisión podría utilizarse infinitamente mejor, sin embargo, está destinada a lavarnos el cerebro y a drogarnos. Dependemos de ella por la novela, por el partido, por las noticias que son mentira. Dependemos de ella para cenar o almorzar, para distraernos, para descansar. Actos totalmente erróneos ya que mirando la TV nuestros ojos no descansan, es más, la velocidad de las imágenes, los programas y los flashes nos cansan enormemente; lejos de ser una actividad de descanso, la TV nos estresa y nos envejece. El daño cerebral es infinitamente mayor: nos limita la imaginación, nos hace perder el sentido y el valor de las cosas, nos quita la visión crítica, nos hace creer que es bueno y todo esto simplemente porque la TV es una bosta porque si fuera distinta podría ser una gran arma de inspiración y creación, pero dirigida por seres insípidos, vacíos, comerciantes y lo que es peor, seres que creen que son creativos, la TV es la perdición. No hay nada peor que la mediocridad y la falta de amor en el arte.
Negro fluorescente. Allí puedo ver los colores del alba.


—Ya sé—dijo Grillo—. Me vas a decir todas las cosas que nunca van a pasar pero que siempre voy a desear que sucedan.


Grillo era más inteligente de lo que yo pensaba. Y yo pensaba que ojala no tuviera razón pero no lo podía asegurar de ninguna manera.
Cada siete años nacemos de nuevo, cada menos también. Los átomos son inestables igual que la materia. Supongo que eso explica varias cosas. Siete, catorce, veintiuno hasta el presente. Hasta hoy que podría ser una barra de chocolate. Caliente.
Basta de hablar de mí. ¿Quién soy yo? No soy nada y podría desaparecer en cualquier momento, ¿por qué todo a mí alrededor me molesta? ¿Puede ser que mi lugar sea el no-lugar? ¿Acaso existe algo así? Estos tiempos son muy confusos como lo fueron ayer, pero lo son un poco más porque son el presente.
Camino sobre ratas y gusanos y canto y celebro mi vida. Canto también para no morir porque veo lo que hacen las ratas. ¿Cómo ignorarlo? Muy cerca nuestro miles mueren y yo no puedo, o no sé qué hacer para detenerlo. Por eso odio a los pájaros que vuelan en círculos, por eso quiero estar lejos de ellos. ¿Por qué hacen lo que hacen? Quizás no debería estar cuestionándome esto pero, ¿cómo evitarlo? ¿Cómo llamarlos humanidad después de todo lo que hacen e hicieron? ¿Y quienes son ellos? ¿Contra quién estoy peleando? ¿Hacia quienes dirijo mis energías? Países, organismos, personas, estados. ¿Quiénes son? ¿Existen acaso? Lucho contra entes que deciden por mí. Lucho contra entes ante los que alguna vez me rendí. ¿Qué hacer para detener la destrucción que propagan continuamente? Y sí, de eso se trata, de luchar contra los famosos molinos de viento.
Hasta el fin.
Me encaminé hacia el local de tatuajes. Iba decidido a incorporar a mi piel un concepto desagradable que no debía bajo ningún punto de vista adquirir, olvidar, enseñar o explicar. Tenía que erradicarlo y la única manera de hacerlo era tenerlo bien cerca, a la vista. Todo el tiempo.


—Es un concepto que tiene que desaparecer—dije respondiendo a la pregunta de por qué me iba a tatuar esa palabra—. Lo quiero en letras negras de máquina de escribir.



Una hora tardé en imprimirlo en mi piel pero transcurriría un tiempo incalculable quizás para que la humanidad pudiera deshacerse de él. El racismo sangraba en mi piel y sobresalía de ella. Estaba en mi brazo izquierdo, del lado de adentro y se extendía desde la mitad del cúbito hacia delante, un poco antes de llegar a los huesos de la muñeca. Salí de aquel lugar rabioso.

Poco a poco la ira se disolvió y se distribuyó en mi sangre hasta colmarla por completo y ya no sentía ganas de destruir: es que hay un mar en cielo. Descubrí que ese poder de destrucción que poseía no era genuino, era producto de la ignorancia que parecía extenderse como una niebla putrefacta despedida por una laguna estancada en la que flotaban cadáveres a punto de reventar. Lo peor de todo era que no reventaban todavía.


—Hola, ¿qué tal, sabe cómo llegar a la plaza Independencia?—preguntó Grillo, ¿esperando quizás esta vez escuchar la respuesta? Sí, puede ser. Hacer un intento más a través del tiempo de “recapacitar” algunas cosas. Pero ¿habría de hacerlo? Mira si ésa es una de las cosas en las que se manifiesta su esencia, llegará a la plaza de todos modos. Es sistemático. Esta forma vuelve cada tres años. Me renueva. La paz no existe, ¿tampoco el caos?
En algún punto no me importan los demás, pasa que… ¿a quién puedo decirle eso? Estoy harto de los demás, de sus formas. Yo busco la deformación, formas ya conozco varias. Yo busco la deformación que se crea en la naturaleza. Infinidades de insectos, uno más freak que el otro, caminan contentos, orgullosos y te dicen “hola” y vos los miras espantado, ¡qué bicho más horroroso! Pero tiene algo tierno, mira esos ojos. Y es verdad. Ese insecto no esta ahí por amor a la forma, esta ahí por amor a la diversidad, al cambio constante, a la creación de la imaginación. Esta ahí por amor a lo imposible, a lo que nosotros llamamos así porque no tenemos la menor idea de nada, porque condicionamos nuestra mente; una tarea que llevamos perfectamente a cabo a través de los años en los que sumamos reglas y formas que repetimos porque nos hacen sentir ¿seguros? Nos hacen sentir cuerdos para después ver un insecto con forma de hoja y reírnos idióticamente de él, ignorándolo. Yo no veo ninguna ambigüedad.
Siempre quise caminar sobre el fuego. Así que retrocedí mis pasos hasta los tatuajes “La abeja reina”. Fuego en la otra muñeca. El tinte negro del líquido brilló en el sol solo por unos minutos. Busco el fuego, busco el calor.
Bailar, flotar, reír, llorar, en la sombra.


—Lo que me gustaría hacer es caminar como un paralelogramo. Y bueno, quiero usar algunas de las palabras que aprendí en la escuela.


Humo espeso que se pierde en el dulce multiverso. Se extiende hasta llegar a... se infiltra en mi sangre, cambiándola, lo siento aquí con los colores verdes y rosados.


—Puedo ver directo al sol, aunque después no veo nada por un tiempo, pero vale la pena. Ayer es igual a hoy.
—No, no.
—Pero si ves el movimiento sí.
—Beauty is in the eye of the beholder, which is not quite the same, right?
—I hardly think so, Grillo.
—No hay escape, estamos atrapados acá. Aunque hay formas de alivianar esta existencia insoportable, esclavista, pesadamente sofocante, a veces también ¿demasiado perfecta?


Existen escapes de algodón, escapes de ayre, sonidos silenciosos en el día, soles suaves, paz aparentemente enmascarada. Solo es lo que tiene que ser.


—Este planeta es demasiado increíble, sus formas me enloquecen y sus sensaciones también.
—Es que en realidad a veces parece que está hecho para eso.



Pasó otro día. A Grillo y a mí no nos importaba el lunes, ni el miércoles, ni el sábado, ni ningún día.


— ¿Dónde estoy? No sé dónde estoy, hermano. ¿Acaso importa? Sé que voy a estar igual acá que en cualquier otro lugar.


Solo que esta vez elijo estar lejos de vos. Elijo estar lejos de todos. Solo quiero ver los pájaros, el cielo y las montañas, seres que no hablan pero dicen. ¡Cuánto deseo conocer el idioma de los pájaros! ¡Cómo me gustaría entender cuando los perros ladran! ¿Por qué no podemos comprender a otras especies? ¿Qué estoy diciendo?, si apenas logramos entendernos entre nosotros.
No cualquiera puede comprender a Grillo. Yo lo conocía hacia mucho tiempo y conocía algunos seres que habitaban en su interior, conocía sus palabras, su voz, sus movimientos y la luz de sus ojos.
—A veces parece que existen cosas que no tienen explicación y que nadie sabe, y si las supo ya murió y no le importó transmitirlo o nadie lo escuchó ni le interesó en ese momento escribirlo o recordarlo. También los que llegaron a estas tierras exterminaron estúpidamente a aquellos que poseían las respuestas, quizás, o no, ¿quién sabe?, se dicen y escriben tantas cosas sobre los pueblos que habitaban América ¿cómo saber qué es verdad y qué fábula? Ahora nos quedamos sin su visión o con la visión parcial, interpretada y/o inventada de los que vinieron después, ¿por qué dejaron que los matasen como leí y aprendí en algún lado? No me cierra, hermano. La historia de la “conquista” no me cierra ni ahí. Tampoco me cierra la historia de tantas otras cosas. Se creen que somos idiotas. Te cuentan la historia como un cuento de hadas “... y le pidió a la reina que le diera barcos, gente y provisiones para el viaje que quería emprender, y se hizo a la mar.” ¡Ah! Si, claro, entonces yo voy y le pido a la reina que me regale un avión y vas a ver la patada en el culo que me dan los soldaditos reales. Esas son las explicaciones que nos dan de porqué el mundo es una porquería. Nosotros, que cuando llegamos acá todo ya estaba hecho mierda: dos guerras mundiales, dos bombas nucleares, etc, etc. y nos lo dicen como si todo fuera tan fácil de comprender. A veces creo que ni siquiera ellos mismos lo saben, tan solo lo repiten, algo tienen que decir. Pero no me cierra, hermano. No.
Nada ocurrió como yo creía que ocurriría. El silencio y la soledad me tomaron por sorpresa cuando yo, en realidad buscaba personajes extraños y risas. ¿No había ido directo a uno? Quizás, pero no era lo que esperaba. Creo que nunca nada es lo que uno espera. Cuando salí a este viaje me dije que no esperaba nada. Pero mentí. Esperaba diversión para mi alma despedazada, buscaba algo que hiciese más ameno mi dolor. Pero, ¡qué imbécil! ¿Qué sabía yo de mi dolor? Ni siquiera sabía muy bien qué lo había causado ¿o sí? El hecho era que, estando saturado y habiendo escapado de lo que yo sentía que me tenía atrapado, ahora no sabía muy bien que hacer. Pensaba en personas que estaban lejos, pensaba en mañana o en lo que quería hacer. Pero nunca en ahora. La pregunta siempre fue: ¿qué estás haciendo? Y no ¿qué vas a hacer? Buscaba vivir en el abismo como lo venía haciendo solo que no me daba cuenta que realmente vivía allí. Por más que piense “mañana puede ser que no este aquí”, uno siempre se despierta el otro día y vuelta todo a empezar entonces ¿qué? Pero a la vez es real porque cualquier cosa puede pasar, entonces...—Se podría decir que las dos cosas ocurren al mismo tiempo. O sea, podes ir al colegio todos los días y un día desaparecer o podes ir al colegio y que por algo un día sea diferente al otro o simplemente podes ir al colegio todo los días y seguir yendo al colegio todos los días, que de hecho es lo que sucede. ¿Entendes lo que digo?

“Al ejército de los Andes le queda la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con..... Y dimos la libertad a Chile.”
José de San Martín

¿Habrán sido estas sus verdaderas palabras? Digo, porque siempre vi que nunca nadie le nadie llevó el apunte. Verdad, mentira ¿qué importa? Ahora todos llegan con sus autos. Nada podría ser más fácil. Tenés terrible máquina a tu disposición y si te llega a fallar, tenés un mecánico cuando sea que vos quieras. El estéreo no te deja escuchar tus pensamientos, si es que los tenés. Todos son espectáculos y cosas que te hagan reír o te den placer. Bufones para el Rey Dinero.


—Estoy jodido, Grillo.
—Eso no es ninguna novedad, hermano. No sé porqué lo decís.
—Esa palabra encierra demasiados sentimientos y creo que cada vez que la digo la uso con un significado diferente, igual no sé porque te lo digo si vos ya lo sabes.
—Olvidate.
—Si, supongo. Hasta que te canses de escucharme y un día pase a buscarte y me digan que te fuiste a la luna.
—Y esté escondido debajo de la cama.
—Siempre tan sincero. Así es.


Tres acordes desgarradores. Tres acordes que llegan al alma y la atraviesan por completo. Tres acordes que pocos entienden y muchos critican. Tres que se repiten. A veces tres, cuatro cinco, seis, siete. Tres es el número perfecto. Cosas que se repitan y que sigan siendo buenas, muy pocas. Y, después hay que darles un respiro y volver a empezar.


—Es un accidente. Estar acá. En un momento u otro nuestros creadores piensan eso. Y después, puede que sea porque no saben como actuar, nos someten. Más tarde, pienso que soy accidental y no puedo parar de pensar cosas.
—Que no tienen sentido.
—Que no tienen sentido ahora.
—No en ese momento.
—No. Right there parece que pudiera verlas caminando. Sí.


¿Por qué lloran los bebés? Sentimientos, sentimientos, ahora siento que son muchos. ¿Qué tengo que hacer? Hoy duermo con un bebé. Fuckin´mother nature. Solo hay que saber. ¿Somos como ella? ¿Soy como ella?


—Quiero que se caigan, que rueden por el cerro hacia su propia gloria.
—Nadie sabe cómo caer tampoco.
—Quisiera no saber algunas cosas que sé solo porque no sé cómo hacer para ser más libre, para transformarme y ver.



Alrededor del cuello Mar. Totalmente desconocido. Un lugar en mi cuerpo abrió un sentido nuevo, todavía había lugar para respirar y crear en mí. Algo más que una dimensión, eso era lo que yo quería. ¿Pero cómo lograrlo? Quizás no debía hacer nada, tan solo dejar que pasase. Mar era un buen comienzo. ¿Volvería por paraíso? Quizás. Se vería bien en su piel suave y morena, pero... Paraíso era una palabra que también traía muchas imágenes equivocadas. Lo pensó dos veces y atravesó el umbral de “La abeja reina” hacia ningún lugar. Caminó, caminó y caminó. ¿Pensaba que quizás alejándose iba a resolver...? Otra vez lo mismo, che. No hay nada que resolver, maldita ilusión que nos meten en la cabeza. ¿Cómo podría explicarlo entonces? Necesito más palabras, nuevas imágenes que representen nuevos conceptos. No quiero hablar con nadie. Quiero que mis músculos se retuerzan, que mis huesos se muelan, que mis ojos se sequen. ¿Para qué me voy a levantar hoy? Y me dejo arrastrar por la corriente ojerosa de la inconsciencia. Es más fácil fumarse un porro que sufrir solo.


—Si, eso si lo ves de esa forma.
—Eso si sabes que lo haces por eso.
—Si, yo solía pensar que era por otra cosa, pero ahora no puedo engañarme, hermano. Estoy más solo que un yopo rostizado.
— Vos te lo buscaste.
—Ya lo sé, sino no estaría acá, tan lejos de todos hablando conmigo mismo como si estuviera hablando con Grillo.
—Yo sé que ahora hasta te estas preguntando si existe o si alguna vez existió.
—Sí, es que a veces pienso que yo mismo inventé a Grillo para no darme cuenta de lo solo que estaba.
—Pero hubiera estado solo igual.
—Es que creo que igual lo estaba.
—No, no, Grillo existe.
—Ayer lo llamé por teléfono.
—Y ¿pudiste hablar con él?
—Sí.
Sonó el teléfono. Cris levantó el auricular.
— ¿Quién es?—preguntó su hermana.
—Nadie, equivocado.


Yo un día pensando: En realidad todos estaban en el paraíso y este seguía allí, pero yo andaba inconsciente, soñando con algo que ni yo mismo sabía qué era realmente que ya no existía en mí y que buscaba desesperadamente como si tuviera que recuperarlo, desenterrarlo y verlo otra vez.
¿Qué es lo que me esta anclando?
¿La tristeza de lo que no fue?
¿La destrucción sistemática de mi ser?
¿Los pensamientos de épocas antiguas?
Quizás sean esas tres cosas juntas.
¿Vería mejor con un solo ojo?
Los pensamientos de hoy son, lamentablemente los pensamientos de ayer.
Pero las aves no vuelan en círculos hoy. Me encargué de tenerlas lejos para poder pensar un poco en mí y cuando lo hice me di cuenta que había olvidado lo que había idealizado y me encontré esclavizado y esta vez no podía culpar a las aves. Esta vez no había nada que me perturbara. Excepto yo. Nada a excepción de mis pensamientos, así que pensé en desecharlos, ¿podría vivir sin ellos?Al salir del local la piel me pedía caricias de crema. Caminé, caminé y caminé, ¿qué otra cosa sino? Esa era la actividad que más respetaba en mí, quizás la única. Habiendo traicionado al amor más sincero que alguna vez tuve, ¿qué podía esperar de mí? Sentía estar en el fondo de un pozo donde, si quería, podía ver grietas y seguir cayendo un poco más.
Fango, ciudad, resina negra, aire enviciado, sueños perdidos, suciedad del alma. Solía pensar que mi alma era noble y pura y que las cosas más bellas podían brotar de ella, pero me sombreé. Ya no creo en mí.


– ¿Por qué deberías creer en algo?
–Supongo que no puedo no creer en mí.
–Creer de vos, ¿qué específicamente?
–Que soy algo
–Que queres ser.
–Sí.
–Entonces, ¿sos, o sos lo que queres creer que sos?
–No lo sé.
–No pienses, no creas cosas de vos. Solo sé lo que tengas que ser.


Sufrir, sufrir, sufrir. Del sufrimiento absoluto a la risa. Arriba, abajo; paraíso, infierno. Todas se sincronizan en una danza eterna que no puedo comprender, y ¿qué sería lo opuesto? No me importa nada, quizás esa sea una verdad que no quiera ver, una negación más, un juego en el juego.
Muchas veces me quiero estrellar.
Es tan fácil escapar. Yo creía sentía tener grilletes que me ataban al piso haciendo de cada paso un acto heroico cuando podía volar y cabalgar en un animal alado. No sabía lo que quería, acaso ¿alguna vez lo supe? Pero sé que ahora está bien que este acá dando un par más de vueltas. No existe un fin, solo las ganas de hacer algo. Estos tiempos son excitantes. Persigo un dragón de fuego y quiero ser su amigo, volar en su lomo y quemar lo que necesite ser prendido fuego.
Moscas. Moscas otra vez. Circundan mi espacio. Hablan de mí.
Comer, no comer; hablar, no hablar; ir a tal lugar, no ir. Todo era lo mismo porque yo vivía en otro lugar. La sangre me dijo, hace tiempo ya dónde debía ir. Y allí estaba. Un lugar tan intangible como la música, tan verdadero como yo, tan irreal como la paz, tan verde como un bosque.
Me río de mí y sigo caminando como si no existiera, ando como un fantasma seguro de no llegar a ninguna parte. En eso, encontré a Grillo.


– ¡Hey!
– ¡Que bueno verte, hermano! Tengo algo que decirte.
–Dime.
– ¿Te acordas de la vieja Celia, la que tiene el caserón en Urquiza?
–Sí.
–Bueno, me dice que ya no quiere estar sola que si quiero ir con algún amigo, arreglar las cosas de la casa, el jardín y quedarme ahí. ¿Qué te parece? La casa es tan grande que habría que tener ganas para molestarnos, che ¿qué decís?
–Buena propuesta la de la vieja, pero ¿por qué no le dijo a uno de sus nietos en vez de a una rata como vos?
–Yo soy una araña, hermano. A no confundir. Y la vieja sabe ver los corazones, me contó que no quiere a sus nietos. La familia no existe dijo.
–Anarquista, ¡Ja, ja ja!



Parara donde se parara, a Grillo siempre le pegaba un rayo de sol. Muchas veces lograba ahuyentar mi motha fucking tristeza. Su energía se expandía constantemente. Sacaba de mí lo mejor. Gracias grillo. GG. Nos besamos y cruzamos Callao corriendo, en direcciones opuestas. Me mire, mi fuego ardía junto con mi cuerpo.
Otro día junto a Grillo.


–Vamos por un trago.


Caminamos bajando hacia el río. La luna era muy pequeña otra vez.
Tengo que entender ¿Qué, entender qué?
No, no, ningún flashback, por favor, no en mi clase. Una vez que se está arriba, lo único que hay que hacer es mirar para arriba. Hay algo extraño en seguir subiendo.


–Volver atrás en el tiempo no significa nada para mí. Soy tan diferente y tan igual a la vez. Hay muchas cosas para ver.
–Y encapsularte.
– ¿Qué? volver atrás en el tiempo, ¿para qué? You forget what is actually happening
–Could be.
–Te digo dónde estarías si el mundo se estuviera destruyendo ahora: desnudo cabalgando una ola.


Risas


–Son siempre las mismas cosas.
–Las del pasado.
–Siempre veo algo romperse.
–Y vos tratas de arreglarlo.
–Y después se rompe otra vez.


Silencio.


Un día más sentado en la hierba, mirando los días pasar. Atrapado en el pasado, atrapado en los sueños. ¿Pasaron las horas junto a Grillo? ¿Hoy, ayer, mañana? Todos los días sale el sol. El agua siempre erosiona las piedras.


–No necesito la realidad externa. Puedo vivir en mi mundo artístico.


Tomamos varias cervezas sobre el río, pensando qué bueno sería caminar sobre este, haciéndolo real en nuestras mentes. Hay algo fatídico en el río.


–Volver al pasado para torturarme, pensar todo lo que podría haber aprendido en vez de ir a la escuela. Por alguna razón me quede, fue un aprendizaje igual, pero podría haber sido mucho mejor, ¿de qué me sirve ahora pensar en eso? Fue así, fue como fue.
–Por algo no te fuiste, don´t fuckin´forget it.
–But I do


Esperamos el amanecer.
Recostados,
Rodeados de luz.
Bañados por el sol, acostados en su cuna.
Soñando, casi durmiendo, un sueño de sol eterno.
Inyéctame de amor,
Solo eso quiero.
¡Sol! También me dejas ciego. No puedo traspasarte con la mirada.


–Somos lagartijas
–Amamos el sol
–Amamos la playa
–Somos lagartijas de mar
–Acróbatas del mar


Y yo imaginé que brindábamos con nuestras copas llenas.

Llegamos a un lugar.
Luces negras. Nada de luces. Colchones, una barra, música.
Nos entregamos a Nix, desnudos.
Creo que ya hice varios sacrificios


– ¿A cuántos le quitaste la vida ya, hermano?
–De nada vale contarlos.


Un momento más especial que el otro. Ya ni siquiera soporto mi propia piel.


–Creo que quiere sacarse hasta la piel–le dijo Grillo muy cerca de la boca a una chica que estaba ahí. La chica sonrío y se acercó a Grillo de la misma forma y también le dijo algo. Grillo le pasó la mano abierta por la espalda y la fue bajando lentamente presionándola contra la camisa blanca. Sus labios se tocaron y yo sentí ser la saliva que los unía. Cada vez fluía con más intensidad. Me acerqué y le di un beso en la mejilla a la chica, Grillo me miro. La chica me dio un beso en el cuello. Grillo se apretó contra mi cuerpo y alcanzó el cuello de la chica y yo la besé.
Siento que me voy regenerando. Poco a poco.
–Prefiero no hablar de eso. Olvidarlo, no sé quizás sería mejor. Pero no puedo, tampoco es tan fácil.
–Smoke – Grillo me pasó un cigarrillo.


Humo.


–Quizás sea que el pasado es igual al futuro.
–Incierto.
–O que el pasado duele tanto como el futuro.
–Y viceversa.
–También las personas nos lastiman.
–A lo largo del viaje.
–Y siempre es más fácil estar triste.


Desperté riendo. A mi lado Grillo dormía, lo observé. Respiraba pausadamente y a veces movía la boca y jadeaba. No se veía muy bien, a decir verdad, como las mujeres y los bebés quienes se ven maravillosos siempre. Lo miré y deseé que despertara y así lo hizo.
Extraña sensación la de despertar, como si de pronto apareciera una conexión con otra realidad o como si hubiera abandonado una anterior. De pronto me hallé lejos, rodeado de desconocidos y pensé que sería mejor. Busqué y busqué y vi que había pocos como yo. Pero había despegado odiando Buenos Ayres y a todos los que se encontraban allí. Y ahora...
Muchos castillos se derrumban hacia la realidad.
Me levanté y me despedí de Grillo que tambaleaba y balbuceó que se quedaba un rato más.
La verdad duele pero se presenta y camina hacia mí en forma de acertijo. Imposible negarla ya, imposible volver atrás.
Soy un número: veintiocho, dos treinta tres, nueve cincuenta y seis, y lo peor de todo es que me lo acuerdo. Sé qué número soy.
Siento que es infinitamente mejor cerrar los ojos, mirar hacía mí, ver el infinito que allí se despliega.


–Y, acá estoy, viviendo lo que me pasa. Hoy es esto con todas estas personas, los lazos, mañana, que sé yo.


Los hipis de siempre. Seguí caminando y llegué a un lugar donde sabía que iba a estar solo. Inserté la llave. Escuché su dolor. Aplaqué la oscuridad. Aparté algunas cosas del colchón. Fui al baño y me mire al espejo. Volví, puse un disco y apreté play. Acosté mi cuerpo en el colchón que había acomodado conscientemente entre los dos parlantes y subí el volumen. El clavicordio estalló en mi pecho. Cerré los ojos.
Caigo y caigo desde el suelo. Me invade la tristeza completa de saber que no puedo volver atrás y hacer que las cosas sean diferentes. Ya es demasiado tarde para mí. Veo que ya dejé atrás mi camino. Ninguna duda en saber que voy a ningún lugar. Solo camino, sin pensar mucho. Sigo un movimiento demasiado inconsciente para ser consciente. Voy como tomado desde el cielo por hilos que forman maniquíes de estrellas.
Otro día con Grillo.


–No tengo ningún código de nada.
–En todos los pueblos siempre una iglesia y una virgen, nunca falta un lugar a donde ir a rezar.
–Estoy anclado y perdido, Grillo y nunca aprendí a rezar.


Otra vez yo y mi sombra y una imagen mía.


–Ver verdad, ver mentiras.
–Es lo que es.
–Solo que no es lo que es.
–That’s right.


¿Podía yo comprender sus palabras? Muy a menudo lo observaba mover sus labios y mi mente viajar perdida por lugares desconocidos, lugares a los que ya fui varias veces pero que siguen siendo incógnitas, acertijos.


– ¿Cuántas son las cosas que son irremediablemente verdad?
Los ojos de Grillo cambiaron de color justo en ese momento.
–Los asteroides y los agujeros negros, definitivamente.
– ¿Qué es un asteroide?
–Una piedra que gira en círculos.


Silencio.

Los dos sabíamos muy bien la implicación de girar en círculos, encontrarse atrapado en un mismo lugar y observar cómo el comportamiento es el mismo, cómo las emociones se repiten y cómo las relaciones empeoran a través del tiempo. Esa era una verdad, los asteroides. Compartir y estar solo otra vez y girar sin tener idea de por qué. ¿Y los agujeros negros? ¿Por qué había dicho eso Grillo?
En la pista había unos chicos que simulaban rapear imitando a los descerebrados que se ven en los videos de MTV. Una chica se reía de los hombres mono.


–Vos vivís en un mundo de sueños.


Esta tranquilidad no es genuina, producida por un aire opresivo construido por restricciones sin sentido y poder. La libertad parece pasarme por el costado. El camino vuelve a dividirse: si o no, derecha o izquierda. Solía pensar y sentir que era: si y no, derecha e izquierda, pero los sentimientos son tan inestables como los átomos y tengo que elegir. Maldición.


–Lo que pasa es que yo quiero ir a todos lados.
–Ya lo viste, ya sabes que lo que pensas es muy diferente de lo que es.


Mi mente suele estar en el cielo, o en algún lugar, tampoco sé muy bien dónde, pero debería estar en la tierra, eso dicen. Mente-terra.
Mis horizontes se amplían. Puedo ver que crezco sano pero una sombra se avecina.
–Y...siempre va a haber una sombra.

–Y es la que uno mismo proyecta.
Otro día, otra noche, otro lugar, otro yo y a la vez el mismo.
Las personas se amontonaron para buscar un poco de calor, ¿solo por necesidad los seres se unen y cuidan? El fuego se iba debilitando con la llegada de las personas. Todos hablaban y yo sentí que eran gallinas. Yendo de un lado para el otro sin alguna aparente razón, nerviosas, esperando la muerte. Yo estaba consumido. La inercia había hecho lo suyo y en un tiempo considerable, un tiempo que yo podía haber evitado, me puso un cigarrillo en la boca, una botella en la mano, una jeringa en la otra y a las 21hs empieza el programa en la cabeza. Una gran coraza y el miedo.
–Ya no quiero comprar más nada. Me harte, Grillo. No me importa, tengo plata pero no me importa. Quiero tirar todo lo que tengo desde hace años. Me rehuso a consumir.
Silencio. ¿Qué podía llegar a contestar? Anarquía. Las cosas son muy simples. ¡Tantas personas apagan el fuego!
Y todos volvimos al frío del interior vacío que solo un fuego joven, eterno que espera carbonizar a quien lo toque podría alivianar un poco el frío cavernario que se sentía aquella noche. Todas almas como yo. Todas horribles como yo, todas corruptas como yo. Y tuve que volver con los pájaros circulares solo que volví sintiendo que todavía estaba allí. Había vuelto sin volver y ¿por qué habría de destruir sentimientos tan genuinos? ¿Por qué lo hacía y por qué lo había hecho en tantas ocasiones?
Perder y ganar en algún punto son lo mismo. Muchos son los síntomas.
Caminé, caminé como siempre queriendo encontrar un lugar donde estar.
Parque Saavedra. 15hs. Día de sol. El aire no es siempre el mismo. Grillo dormía. Caminé hacia él lentamente, tratando de pisar el suelo lo menos posible, como si me transportara. Llegué hasta él, su cuerpo relucía en el sol. Tierra, bajar un poco a la tierra donde todo es posible. Seguía durmiendo. El buzo de siempre se le había subido mostrando su vientre. Vísceras, colores grises, olor a podrido y ¿cuánto más se revuelve en nuestro cuerpo maravillosamente cubierto por un tejido tan suave al tacto de la lengua?
Una araña cruzo su mejilla. Las patas se movían bajo los pelitos invisibles de la cara y avanzaba. Se detuvo en la comisura de sus labios y allí se quedo. R.E.M. Sus ojos estaban viendo, percibían cosas de los sueños, almacenando información que luego Grillo trataría con su consciencia de darle algún significado, de poder decodificar la esencia de sus sueños. Había tanto allí, enterrado en ese mundo tan extraño donde todo vale y nadie puede juzgar nada. Había tanto por aprender, tanto para pensar, pero yo me sentía incapaz de poder hacer eso conmigo. Mis sueños iban y venían, volvían después de días, horas e incluso años y de alguna forma eran los mismos.
¿Pero, cómo hacer para no esperar nada de nadie?
–No es algo que se pueda lograr de a poco–dijo Grillo leyendo mis pensamientos–y tampoco pienses que una vez es para siempre–.
Estuve a punto de quitar al insecto pero lo dejé. Mis piernas se aflojaron y me deje caer al lado de Grillo. Soñamos cada uno en su multiverso, cada uno con sus imágenes, sus cadenas, juntos y separados soñamos bajo el sol.
De pronto Grillo recordó:El timbre del colegio. Los chicos salen al patio, se desperezan, ríen. Las chicas salen al patio, muchas están calientes, se les nota al caminar. Sus bocas arden cuando hablan, mascan chicle o fuman. Larvas del sistema escolar. Larva-ciencia, eso nos enseñan, cómo formarnos y ser mejores larvas. Es muy interesante, increíble lo que se llega a aprender, te sorprenderías.
El timbre vuelve a sonar. Todos suben balanceando su cuerpo.
– ¡Qué lindo que sos, bebé!–dicen algunas chicas.
Los chicos son putas también.
Telepatía, amor, amor sin restricciones. ¿Podría ser posible? Si, no sé.
Atrapado otra vez. La ciudad me consume, me adormece, extrae mis energías, pero estoy acá. ¡Qué extraño ser lo que soy!, me miro al espejo y me digo:
–Puedo matarte, si quiero. Puedo hacerte desaparecer.
Una marcha militar suena fuerte a lo lejos como un soldado que avanza moribundo en un lugar asolado por la muerte. Desfila la muerte moviéndose a su lado. Pasado, los soldaditos deberían pertenecer al pasado.
-Y el viaje continua, hermano. Una vez que siento que volví ya tengo que salir corriendo.
–y, los agujeros negro son una realidad. Existen aunque vos y yo estemos en este planeta espectacular disfrutando al cien por cien de todo lo que hay en él.
–Pero, Grillo ¿qué se supone que tendríamos que hacer? ¿Trabajar?
Rieron. Sabían que bien podrían hacer eso y olvidar lo que vinieron a hacer.
Rieron porque se sabían ignorantes. Rieron aunque en sus corazones existía una fuerza opresora de saber que quizás no podrían concretar sus ideales, porque dependían también de los demás seres a su alrededor. Rieron para alegrarse y sobreponerse a la destrucción que asolaba el mundo actual.
–Mi concepción del trabajo es muy distinta.
–Yo ni siquiera pienso en hacer eso que ellos llaman trabajar, ¿con qué fin?
–El dinero, ese el único fin.
– ¿Y qué, si eso no significa nada para vos?
–Dejate de joder, vamos por una coca.
–No, loco tóxicos tan potentes no.
–Si no existiera el dinero no habría nada que comprar ni vender. Let’s fuckin´delete it. Olvidémonos de comprar.
Circundado por altas paredes que lo delimitaban, dragado por los hombres para utilizar la arena y hacer espejos, hasta el río había perdido la fluidez. Pero yo esperaba el día, sabía que en algún momento habría de llegar, el orden de las cosas permanece hasta cuando puede desbordarse y el raciocinio no existe, en el que el río se levantase y Tritón y las Náyades poseídos por las energías lunares del constante cambio circular bañaran la roña y las flores, ¿quién sabe? Quizás hasta los dioses también piensen que la venganza es sabia.
–Tanto por aprender y conocer, ¿trabajar, para qué, hermano?
Sí, ese día iba a llegar, en algún momento y yo esperaba verlo con una sonrisa en la cara, la muerte, amiga inseparable, llegaría de la mano del agua como una luz invisible en el espacio, pero visible solo para quienes pudieran sentir más allá del mundo material creado por el hombre que luego transformó en esclavitud.
–Todo ya se fue a la mierda. Sobrepasó los límites.
–Se saturo–dijo Grillo–. Y ni vos ni yo podemos hacer algo de lo que seamos conscientes. No nos damos cuenta de nada.
–Pero todos son momentos y no hay un stop, un momento en el que las cosas permanezcan suspendidas para que podamos comprender.

– ¿Comprender qué?– dijo Grillo con una entonación que yo ya había escuchado antes y que en cierto modo destetaba. ¿Comprender qué, imbécil? parecía decir.
La lluvia de invierno no daba ganas de salir. Acostados en la cama permanecieron así todo el día entre mates y cigarrillos.
Al llegar la noche me sentí asqueado de Grillo y decidí salir, aunque el frío y el viento helarán mi cuerpo. Caminé sin rumbo una vez más. Nadie había en la calle. Las casas emitían un hermoso calor maternal y pude imaginar a los seres que la habitaban: juntos, contentos, resguardados del invierno. ¿Sería realmente así o al revés? Las familias vivían tristes por no poder salir y apenas se soportaban teniendo que estar sí o sí juntos en esa y tantas otras noches en el que el invierno nos obliga a buscar calor. Bien podrían pasar las dos cosas simultáneamente.
Abrí la boca y tomé el agua sucia de lluvia que venía deslizándose, girando sobre sí misma desde los altos y mugrosos edificios, pasando por las ventanas grasientas, el veneno para ratas, la pintura vieja y las plantas y macetas. Me relamí los labios porque igual estaba rica. Perfección. Eso es la creación. Observando a mí alrededor percibo que “nada es perfecto” es una perfecta mentira. Los planetas girando en armonía, el sol iluminándonos, dándonos su energía vital, el león sentado después de comer lamiéndose la sangre, mirándome con esos ojos. La lluvia, las frutas. Mi cuerpo, el cuerpo de otros; mis ojos, los ojos de otros.
Antes que la felicidad del mar, la dureza de las montañas parece acercarse más a mí.
–El tiempo mata todo- dijo Grillo una de las tantas veces que estuvimos colgados en el río mirando hacia el sur y hacia el oeste.
Caminamos. Y después caminé. Tengo tantas cosas encerradas, tantos acertijos e incógnitas como las personas que habitan este mundo.
–Yo no creo en nada, ni quiero creer en nada–dije en voz alta solo para mí.
Ansioso, nervioso, alterado caminé otra vez hacia “La reina abeja”. Tiempo después descubrí lo que realmente significaba eso para mí. Tiempo después, siempre tiempo después. Vivo alunado, adormecido, emputecido, ni siquiera sé por qué reacciono como lo hago.
Otro día con Grillo.
–Tampoco quiero pensar en nada, ¿para qué?, loco ¿para enroscarse pensando en cosas que pueden ser pero que nunca sabes si son así porque siempre involucran a otras personas? No. Yo quiero ser más libre, hay que superarse, nosotros somos mejores que esto.
– ¿Mejores que esto?– dije abriendo los brazos.
Anacronismo. Alrededor todo pertenece a épocas pasadas. Pensamientos, formas de vivir, acciones, reacciones, relaciones humanas. Dentro de mí y no solo en mí existe toda una nueva concepción de pensamientos, formas de vivir, acciones, relaciones humanas que comienzan a aflorar.
Muchos años revoloteé, sufrí, crecí y me ahogué en el fondo de un pozo interno. Permanecí muy inquieto lleno de miedos, silencios, gritos y peleas pero permanecí igual. ¿Puedo, acaso, después de todos estos años actuar como se espera que lo haga? Voy al cementerio y sepulcro a todos los que me hicieron mal.

Grillo me escuchaba ingiriendo a su cuerpo cantidades considerables de alcohol en forma de vino que reflejaban la muerte del día. Reímos ante la muerte inevitable y el nacimiento de la luna.
–Yo no le quiero pedir nada a nadie.
–Automatización. Lo que es mío es mío, mi plata es mía, mis galletitas son mías. Todo contribuye a la cercenación, a la disgreción de los conceptos. Yo como, tú comes, él come, nosotros comemos, ellos comen. Ojalá. Pero las cosas son: yo como, tú no me importas si comes, él no me importa si come; en consecuencia: ellos no comen. Eso supone que hay pocos que se comen todo. Desproporción, desequilibrio esto produce locura, niños y niñas pidiendo monedas en la calle, gente juntando cartones, chicos durmiéndose en los colectivos a causa de trabajos exhaustivos sin sentido, personas arruinadas por el consumo. Locura son cosas que no deberían suceder. Una locura es que, a pesar de que nadie la desee, la locura esté tan establecida y tan al alcance, sea tan cotidiana que la aceptemos creyendo que no podemos hacer nada para cambiarla. La aceptamos y llega un punto en que nos hacemos inmunes a ella, quizás porque nos conviene, quizás porque nos lo hicieron creer, quizás porque no podemos de otra manera. Locura es todo a la vez: ver, no hacer nada, dejar de ver y luego comer, así hasta que se acabe todo. La locura de creer que los objetos nos pertenecen y que lo que hoy está, mañana seguirá estando, la locura de pensar: “esto nunca me va a pasar a mí”. Así es como en Santa Fé y Coronel Díaz dos nenes, dos “criaturas” como muchos padres llaman a sus hijos jalan pegamento a las cuatro de la tarde ante los ojos de todos. Rabia, odio: yo voy a la escuela y él inhala mierda para escapar de este mundo ¿por qué? ¿Podría comprenderlo? ¿Existe alguna posibilidad de que pueda comprenderlo? Existen tantos mundos paralelos, tantos planetas dan vueltas– dijo Grillo.
Soy el espacio en el espacio. Una luna amanece hoy. Miedo. Hay demasiados muertos y muchos por morir en las manos de los hombres, en explosiones, en miseria.
Amor, pero después se patean a los perros y se golpean a los niños. Es un doble espacio. El miedo y la libertad. La libertad del miedo, el camino recorrido. El miedo y la libertad hacen estragos en mí, son poderes incontrolables.
–Hola, y a veces no hay nada más para decir.
–Cosa que me pasa a menudo.
–Imposibilidad de expresarse, ¿por qué?
– ¿Lo sabré alguna vez?
–Ya pasaron tantas cosas–dijo Grillo.
Mis ojos dijeron que sí sintiendo una tristeza conocida. Terrible que todavía esté aquí. ¿Cómo hacer para que desaparezca?
Otra vez en el río. El agua parece estancada.
–Cuando no pasa nada y parece que está todo bien es cuando sé que se viene un quilombo.
–Mothafucka.
–El curso natural de las cosas es tan...
Y se quedo ahí esperando que las palabras bajaran de algún lugar de su mente.
–Too much, las cosas son too much, hermano–dije.
–Desechos, mira cómo flotan libremente en el río.
–Y lo más absurdo de todo es que nosotros estemos acá viéndolo.

–Pero nunca lo haríamos.
– ¿Tirar basura al río?, jamás.
–Ahí esta nomás.
–Sí, igual.
–Aunque no queramos.
Y miramos los desechos flotar. Los ojos de Grillo seguían una botella de seven-up.
–Tristemente sentimos que no podemos hacer nada por esto, por nuestro mundo.
–Tristemente sabemos que por más que hagamos lo que hagamos ya es demasiado tarde.
–Eso es lo que vos pensas.
Destellos de positividad. ¿Nunca es tan tarde? Difícil de creer si hasta cuando tomas agua contaminas el mundo por miles de años y por más que no compres agua ya está contaminado igual.
–Bien que tengas pensamientos positivos sobre el tema pero en lo que respecta a mí...
–No son pensamientos. Estoy esperando que todo vuelva a destruirse.
–Buenos Ayres me mata.
–Es como el número seis.
–Y el gemelo.
–Malvado.
De pronto un viaje. Un viaje más en el tiempo, no en el espacio.
–Y quizás, viajar en el tiempo sea eso– Grillo otra vez adentro de mi cabeza –. No a través del tiempo sino, con el tiempo y el espíritu.
–Y bueno, lo vuelvo a decir. Hoy es hoy, mañana no existe. Ayer estuvo bueno porque estuve conmigo.
Las botellas iban y venían al compás del agua. ¡Qué panorama espantoso! Y nosotros allí, contemplándolo, inmóviles, permitiendo hacernos consientes una vez más de lo que no estabamos haciendo, y de lo que sí estabamos haciendo que era, precisamente lo que en muchas ocasiones no queríamos hacer. Las botellas se amontonaban, tenían el río entero para viajar, pero se amontonaban ¿cómo no sentirse abatido ante tan terrible destino?



2003/ M.s.I