domingo, 14 de febrero de 2010

Grillo y Araña

Tan solo los árboles de mi cuadra están pelados. Árboles de más allá le hacen frente al invierno conservando hojas verdes al viento.
¿Por qué los domingos la gente no conduce sus autos como los días de semana? ¿Por qué vivimos esclavizados al concepto de una semana?
Afuera el sol es hermoso y los ojos del gato no pueden ser más perfectos, pero adentro lucho para que un rayo de sol acaricie mi piel. Me poso en la cornisa donde durante un rato el sol me concederá su grandeza. Sediento de sol. Sediento de acción. Me pregunto cuánto tiempo más viviré así, escuchando a los perros-lobo aullar noche y día porque los mantienen encerrados en una habitación donde apenas pueden darse vuelta. Yo soy uno de esos perros. Estoy dispuesto a morir por un rayo de sol. No me importa caer. Primer piso, segundo, quinto, onceavo, cuarto, estoy seguro que moriré. Todavía no sé volar.
Pero, ya se fue. Ahora corro tras él. ¿Hacia donde? Lejos, lejos de aquí.
Todos los días muero y vivo por vos. Todas las noches muero y nazco en la mañana temprano solo para verte. Ahora ya estás tan lejos y aún así puedo verte.
El sol se eleva iluminándonos. La ciudad está siempre en las sombras.
El invierno ya está aquí otra vez. El invierno en que nací, el invierno en que crecí, el invierno que ahora está a mi lado, acompañándome. Soy una hoja castaña más en el viento ¿Por qué los pájaros prefieren posarse en los árboles sin hojas antes que en los edificios altos? Saben. Ellos saben.
Salí de la casa jurando nunca volver. Me fui casi corriendo. Me hubiera gustado seguir a un pájaro, pero los que hay aquí no hacen más que volar en círculos. Por eso prometí nunca volver. Quizás, yo no estaba loco, quizás los pájaros me habían afectado con su monotonía circular, quizás debía culparlos a ellos por mi condición actual. ¿Cómo no hacerlo? Después de todo, son criaturas irritables de observar, pero al fin y al cabo, aves, que podían escapar fácilmente, si querían. Sin embargo, yo deseaba ver aves libres, no aves circulares que en su vuelo entraban en mi cerebro y lo picoteaban como si fuera un gusano enorme, jugoso y grasoso. Sí, ¿cómo no culparlas? Pero si hablo de culpas no crean que solo ellas cargan con todo. También debería mencionar a cada individuo con el auto y la bocina ¿por qué la hacen sonar por cualquier motivo? ¿Acaso no sienten como retumba en mi cerebro sacudiéndolo? ¡Cuánta crueldad perdonamos a diario! Bebés expuestos a terribles ruidos, mujeres embarazadas paradas en la esquina de Lavalle y Tucumán mientras los cavernícolas con sus naves espaciales tocan la bocina para llegar a ninguna parte perturbando a un ser que se está formando. Ese niño ya sabe qué es el mundo antes de nacer.
Seres insensibles me perturban de una forma muy cruel, quisiera ser uno de ellos para no sufrir tanto.
¿Cómo no culpar a los que no miran para atrás? Sangre. Hace cinco años que esa palabra viene conmigo. Es lo primero que siento en la mañana. Es lo primero que me gustaría ver. “Sangre, todos los días con el Gran Diario Argentino” No podemos vivir sin ella, pero ¿cuántos hay que viven de ella? ¿Cuántos que olvidan que la tienen? ¿Cuántos con sangre artificial? ¿Cómo no culpar a la humanidad misma? Y acá me incluyo yo ¿no?, realmente no me atrevería a afirmarlo. Así como hay algunos que pertenecen al reino vegetal, yo creo que soy parte del reino... Quizás la humanidad seamos animales encarnados ¿Cuántos hay que son como osos mieleros, águilas ágiles, tigresas radiantes, serpientes constrictoras, lobos negros, perros falderos, ratas de alcantarilla y monos traviesos? Quizás todos seamos la mezcla del multiverso, quizás en nosotros viva la respuesta de la creación, quizás exista en cada objeto.
Yo, un día hablando con Grillo.


—Nadie piensa en los demás, che.


Fue él quien inició la conversación.


—Es verdad, pero ¿por qué deberían?


La cara de Grillo se transformó, de un verde oscuro a uno enfermizo. Grillo es para mí como una iguana. Posee movimientos lentos y ojos propios de reptil. Cosa que nunca le dije, claro.


— ¿Por qué deberían? Jamás me había hecho esa pregunta. No lo sé.
—Entonces, ¿por qué lo afirmas y hablas como si supieras lo que estas diciendo?
— ¿Por ignorante?
—Exacto.


Ambos nos reímos.


—Pero vos no sos más brillante que yo.
—Ya lo sé, pero me gusta ponerte en evidencia, Grillo.
—Eso es un amigo.
— ¿Acaso pensas que tenés uno?
—Ah, sí claro, me sale humo por la boca.



Jurásico: todos supieron, al menos en ese momento, lo que significaba esa palabra. Todo por la película. Átomo: Yo soy un átomo también: alguien perdido que no sabe de dónde vino ni en dónde está, no sabe nada a excepción de que él mismo es un átomo as well.
El día había empezado bien, el sol brillaba y no se venían nubes por ningún lugar, pero cerca de las dos de la tarde comenzó a soplar un viento muy fuerte que trajo consigo las nubes que hicieron del día un dolor de cabeza. Recuerdos, recuerdos y más recuerdos. Esas malditas nubes complican todo. Ni la imaginación me hace sentir bien ya.


—Todo esto antes no existía—le dije a Grillo—.Nuevas formas de dominación.
—Siempre nos van a dominar.
— ¡No!


¡Maldito Grillo! Tenía muchos pensamientos esclavistas en los que yo no podía involucrarme mucho. Miradas introspectivas. ¿Yo, que juzgo hasta los pájaros? Pero, también viven en esta ciudad colmada de drogas. Drogas para todos. Reconciliadas, disfrazadas, invisibles. TV, propagandas, anuncios, alcohol, tabaco, chocolates, teléfonos celulares, coca-cola, pastillas, Internet, videos, Mary Jane, coke, LSD, éxtasis, y cuántas otras. Infinitamente más dañinas son las “disfrazadas” consumidas casi por todos en su totalidad. Son también drogas que, en gran medida no podemos rechazar como los anuncios y los carteles. No puedo mirar el piso o el cielo todo el tiempo. Drogas para los ojos, pues todo queda grabado en algún lugar de nuestra memoria y cierto día uno actúa de una forma y no sabe por qué. Nos esclavizan sin que nos demos cuenta. La televisión podría utilizarse infinitamente mejor, sin embargo, está destinada a lavarnos el cerebro y a drogarnos. Dependemos de ella por la novela, por el partido, por las noticias que son mentira. Dependemos de ella para cenar o almorzar, para distraernos, para descansar. Actos totalmente erróneos ya que mirando la TV nuestros ojos no descansan, es más, la velocidad de las imágenes, los programas y los flashes nos cansan enormemente; lejos de ser una actividad de descanso, la TV nos estresa y nos envejece. El daño cerebral es infinitamente mayor: nos limita la imaginación, nos hace perder el sentido y el valor de las cosas, nos quita la visión crítica, nos hace creer que es bueno y todo esto simplemente porque la TV es una bosta porque si fuera distinta podría ser una gran arma de inspiración y creación, pero dirigida por seres insípidos, vacíos, comerciantes y lo que es peor, seres que creen que son creativos, la TV es la perdición. No hay nada peor que la mediocridad y la falta de amor en el arte.
Negro fluorescente. Allí puedo ver los colores del alba.


—Ya sé—dijo Grillo—. Me vas a decir todas las cosas que nunca van a pasar pero que siempre voy a desear que sucedan.


Grillo era más inteligente de lo que yo pensaba. Y yo pensaba que ojala no tuviera razón pero no lo podía asegurar de ninguna manera.
Cada siete años nacemos de nuevo, cada menos también. Los átomos son inestables igual que la materia. Supongo que eso explica varias cosas. Siete, catorce, veintiuno hasta el presente. Hasta hoy que podría ser una barra de chocolate. Caliente.
Basta de hablar de mí. ¿Quién soy yo? No soy nada y podría desaparecer en cualquier momento, ¿por qué todo a mí alrededor me molesta? ¿Puede ser que mi lugar sea el no-lugar? ¿Acaso existe algo así? Estos tiempos son muy confusos como lo fueron ayer, pero lo son un poco más porque son el presente.
Camino sobre ratas y gusanos y canto y celebro mi vida. Canto también para no morir porque veo lo que hacen las ratas. ¿Cómo ignorarlo? Muy cerca nuestro miles mueren y yo no puedo, o no sé qué hacer para detenerlo. Por eso odio a los pájaros que vuelan en círculos, por eso quiero estar lejos de ellos. ¿Por qué hacen lo que hacen? Quizás no debería estar cuestionándome esto pero, ¿cómo evitarlo? ¿Cómo llamarlos humanidad después de todo lo que hacen e hicieron? ¿Y quienes son ellos? ¿Contra quién estoy peleando? ¿Hacia quienes dirijo mis energías? Países, organismos, personas, estados. ¿Quiénes son? ¿Existen acaso? Lucho contra entes que deciden por mí. Lucho contra entes ante los que alguna vez me rendí. ¿Qué hacer para detener la destrucción que propagan continuamente? Y sí, de eso se trata, de luchar contra los famosos molinos de viento.
Hasta el fin.
Me encaminé hacia el local de tatuajes. Iba decidido a incorporar a mi piel un concepto desagradable que no debía bajo ningún punto de vista adquirir, olvidar, enseñar o explicar. Tenía que erradicarlo y la única manera de hacerlo era tenerlo bien cerca, a la vista. Todo el tiempo.


—Es un concepto que tiene que desaparecer—dije respondiendo a la pregunta de por qué me iba a tatuar esa palabra—. Lo quiero en letras negras de máquina de escribir.



Una hora tardé en imprimirlo en mi piel pero transcurriría un tiempo incalculable quizás para que la humanidad pudiera deshacerse de él. El racismo sangraba en mi piel y sobresalía de ella. Estaba en mi brazo izquierdo, del lado de adentro y se extendía desde la mitad del cúbito hacia delante, un poco antes de llegar a los huesos de la muñeca. Salí de aquel lugar rabioso.

Poco a poco la ira se disolvió y se distribuyó en mi sangre hasta colmarla por completo y ya no sentía ganas de destruir: es que hay un mar en cielo. Descubrí que ese poder de destrucción que poseía no era genuino, era producto de la ignorancia que parecía extenderse como una niebla putrefacta despedida por una laguna estancada en la que flotaban cadáveres a punto de reventar. Lo peor de todo era que no reventaban todavía.


—Hola, ¿qué tal, sabe cómo llegar a la plaza Independencia?—preguntó Grillo, ¿esperando quizás esta vez escuchar la respuesta? Sí, puede ser. Hacer un intento más a través del tiempo de “recapacitar” algunas cosas. Pero ¿habría de hacerlo? Mira si ésa es una de las cosas en las que se manifiesta su esencia, llegará a la plaza de todos modos. Es sistemático. Esta forma vuelve cada tres años. Me renueva. La paz no existe, ¿tampoco el caos?
En algún punto no me importan los demás, pasa que… ¿a quién puedo decirle eso? Estoy harto de los demás, de sus formas. Yo busco la deformación, formas ya conozco varias. Yo busco la deformación que se crea en la naturaleza. Infinidades de insectos, uno más freak que el otro, caminan contentos, orgullosos y te dicen “hola” y vos los miras espantado, ¡qué bicho más horroroso! Pero tiene algo tierno, mira esos ojos. Y es verdad. Ese insecto no esta ahí por amor a la forma, esta ahí por amor a la diversidad, al cambio constante, a la creación de la imaginación. Esta ahí por amor a lo imposible, a lo que nosotros llamamos así porque no tenemos la menor idea de nada, porque condicionamos nuestra mente; una tarea que llevamos perfectamente a cabo a través de los años en los que sumamos reglas y formas que repetimos porque nos hacen sentir ¿seguros? Nos hacen sentir cuerdos para después ver un insecto con forma de hoja y reírnos idióticamente de él, ignorándolo. Yo no veo ninguna ambigüedad.
Siempre quise caminar sobre el fuego. Así que retrocedí mis pasos hasta los tatuajes “La abeja reina”. Fuego en la otra muñeca. El tinte negro del líquido brilló en el sol solo por unos minutos. Busco el fuego, busco el calor.
Bailar, flotar, reír, llorar, en la sombra.


—Lo que me gustaría hacer es caminar como un paralelogramo. Y bueno, quiero usar algunas de las palabras que aprendí en la escuela.


Humo espeso que se pierde en el dulce multiverso. Se extiende hasta llegar a... se infiltra en mi sangre, cambiándola, lo siento aquí con los colores verdes y rosados.


—Puedo ver directo al sol, aunque después no veo nada por un tiempo, pero vale la pena. Ayer es igual a hoy.
—No, no.
—Pero si ves el movimiento sí.
—Beauty is in the eye of the beholder, which is not quite the same, right?
—I hardly think so, Grillo.
—No hay escape, estamos atrapados acá. Aunque hay formas de alivianar esta existencia insoportable, esclavista, pesadamente sofocante, a veces también ¿demasiado perfecta?


Existen escapes de algodón, escapes de ayre, sonidos silenciosos en el día, soles suaves, paz aparentemente enmascarada. Solo es lo que tiene que ser.


—Este planeta es demasiado increíble, sus formas me enloquecen y sus sensaciones también.
—Es que en realidad a veces parece que está hecho para eso.



Pasó otro día. A Grillo y a mí no nos importaba el lunes, ni el miércoles, ni el sábado, ni ningún día.


— ¿Dónde estoy? No sé dónde estoy, hermano. ¿Acaso importa? Sé que voy a estar igual acá que en cualquier otro lugar.


Solo que esta vez elijo estar lejos de vos. Elijo estar lejos de todos. Solo quiero ver los pájaros, el cielo y las montañas, seres que no hablan pero dicen. ¡Cuánto deseo conocer el idioma de los pájaros! ¡Cómo me gustaría entender cuando los perros ladran! ¿Por qué no podemos comprender a otras especies? ¿Qué estoy diciendo?, si apenas logramos entendernos entre nosotros.
No cualquiera puede comprender a Grillo. Yo lo conocía hacia mucho tiempo y conocía algunos seres que habitaban en su interior, conocía sus palabras, su voz, sus movimientos y la luz de sus ojos.
—A veces parece que existen cosas que no tienen explicación y que nadie sabe, y si las supo ya murió y no le importó transmitirlo o nadie lo escuchó ni le interesó en ese momento escribirlo o recordarlo. También los que llegaron a estas tierras exterminaron estúpidamente a aquellos que poseían las respuestas, quizás, o no, ¿quién sabe?, se dicen y escriben tantas cosas sobre los pueblos que habitaban América ¿cómo saber qué es verdad y qué fábula? Ahora nos quedamos sin su visión o con la visión parcial, interpretada y/o inventada de los que vinieron después, ¿por qué dejaron que los matasen como leí y aprendí en algún lado? No me cierra, hermano. La historia de la “conquista” no me cierra ni ahí. Tampoco me cierra la historia de tantas otras cosas. Se creen que somos idiotas. Te cuentan la historia como un cuento de hadas “... y le pidió a la reina que le diera barcos, gente y provisiones para el viaje que quería emprender, y se hizo a la mar.” ¡Ah! Si, claro, entonces yo voy y le pido a la reina que me regale un avión y vas a ver la patada en el culo que me dan los soldaditos reales. Esas son las explicaciones que nos dan de porqué el mundo es una porquería. Nosotros, que cuando llegamos acá todo ya estaba hecho mierda: dos guerras mundiales, dos bombas nucleares, etc, etc. y nos lo dicen como si todo fuera tan fácil de comprender. A veces creo que ni siquiera ellos mismos lo saben, tan solo lo repiten, algo tienen que decir. Pero no me cierra, hermano. No.
Nada ocurrió como yo creía que ocurriría. El silencio y la soledad me tomaron por sorpresa cuando yo, en realidad buscaba personajes extraños y risas. ¿No había ido directo a uno? Quizás, pero no era lo que esperaba. Creo que nunca nada es lo que uno espera. Cuando salí a este viaje me dije que no esperaba nada. Pero mentí. Esperaba diversión para mi alma despedazada, buscaba algo que hiciese más ameno mi dolor. Pero, ¡qué imbécil! ¿Qué sabía yo de mi dolor? Ni siquiera sabía muy bien qué lo había causado ¿o sí? El hecho era que, estando saturado y habiendo escapado de lo que yo sentía que me tenía atrapado, ahora no sabía muy bien que hacer. Pensaba en personas que estaban lejos, pensaba en mañana o en lo que quería hacer. Pero nunca en ahora. La pregunta siempre fue: ¿qué estás haciendo? Y no ¿qué vas a hacer? Buscaba vivir en el abismo como lo venía haciendo solo que no me daba cuenta que realmente vivía allí. Por más que piense “mañana puede ser que no este aquí”, uno siempre se despierta el otro día y vuelta todo a empezar entonces ¿qué? Pero a la vez es real porque cualquier cosa puede pasar, entonces...—Se podría decir que las dos cosas ocurren al mismo tiempo. O sea, podes ir al colegio todos los días y un día desaparecer o podes ir al colegio y que por algo un día sea diferente al otro o simplemente podes ir al colegio todo los días y seguir yendo al colegio todos los días, que de hecho es lo que sucede. ¿Entendes lo que digo?

“Al ejército de los Andes le queda la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con..... Y dimos la libertad a Chile.”
José de San Martín

¿Habrán sido estas sus verdaderas palabras? Digo, porque siempre vi que nunca nadie le nadie llevó el apunte. Verdad, mentira ¿qué importa? Ahora todos llegan con sus autos. Nada podría ser más fácil. Tenés terrible máquina a tu disposición y si te llega a fallar, tenés un mecánico cuando sea que vos quieras. El estéreo no te deja escuchar tus pensamientos, si es que los tenés. Todos son espectáculos y cosas que te hagan reír o te den placer. Bufones para el Rey Dinero.


—Estoy jodido, Grillo.
—Eso no es ninguna novedad, hermano. No sé porqué lo decís.
—Esa palabra encierra demasiados sentimientos y creo que cada vez que la digo la uso con un significado diferente, igual no sé porque te lo digo si vos ya lo sabes.
—Olvidate.
—Si, supongo. Hasta que te canses de escucharme y un día pase a buscarte y me digan que te fuiste a la luna.
—Y esté escondido debajo de la cama.
—Siempre tan sincero. Así es.


Tres acordes desgarradores. Tres acordes que llegan al alma y la atraviesan por completo. Tres acordes que pocos entienden y muchos critican. Tres que se repiten. A veces tres, cuatro cinco, seis, siete. Tres es el número perfecto. Cosas que se repitan y que sigan siendo buenas, muy pocas. Y, después hay que darles un respiro y volver a empezar.


—Es un accidente. Estar acá. En un momento u otro nuestros creadores piensan eso. Y después, puede que sea porque no saben como actuar, nos someten. Más tarde, pienso que soy accidental y no puedo parar de pensar cosas.
—Que no tienen sentido.
—Que no tienen sentido ahora.
—No en ese momento.
—No. Right there parece que pudiera verlas caminando. Sí.


¿Por qué lloran los bebés? Sentimientos, sentimientos, ahora siento que son muchos. ¿Qué tengo que hacer? Hoy duermo con un bebé. Fuckin´mother nature. Solo hay que saber. ¿Somos como ella? ¿Soy como ella?


—Quiero que se caigan, que rueden por el cerro hacia su propia gloria.
—Nadie sabe cómo caer tampoco.
—Quisiera no saber algunas cosas que sé solo porque no sé cómo hacer para ser más libre, para transformarme y ver.



Alrededor del cuello Mar. Totalmente desconocido. Un lugar en mi cuerpo abrió un sentido nuevo, todavía había lugar para respirar y crear en mí. Algo más que una dimensión, eso era lo que yo quería. ¿Pero cómo lograrlo? Quizás no debía hacer nada, tan solo dejar que pasase. Mar era un buen comienzo. ¿Volvería por paraíso? Quizás. Se vería bien en su piel suave y morena, pero... Paraíso era una palabra que también traía muchas imágenes equivocadas. Lo pensó dos veces y atravesó el umbral de “La abeja reina” hacia ningún lugar. Caminó, caminó y caminó. ¿Pensaba que quizás alejándose iba a resolver...? Otra vez lo mismo, che. No hay nada que resolver, maldita ilusión que nos meten en la cabeza. ¿Cómo podría explicarlo entonces? Necesito más palabras, nuevas imágenes que representen nuevos conceptos. No quiero hablar con nadie. Quiero que mis músculos se retuerzan, que mis huesos se muelan, que mis ojos se sequen. ¿Para qué me voy a levantar hoy? Y me dejo arrastrar por la corriente ojerosa de la inconsciencia. Es más fácil fumarse un porro que sufrir solo.


—Si, eso si lo ves de esa forma.
—Eso si sabes que lo haces por eso.
—Si, yo solía pensar que era por otra cosa, pero ahora no puedo engañarme, hermano. Estoy más solo que un yopo rostizado.
— Vos te lo buscaste.
—Ya lo sé, sino no estaría acá, tan lejos de todos hablando conmigo mismo como si estuviera hablando con Grillo.
—Yo sé que ahora hasta te estas preguntando si existe o si alguna vez existió.
—Sí, es que a veces pienso que yo mismo inventé a Grillo para no darme cuenta de lo solo que estaba.
—Pero hubiera estado solo igual.
—Es que creo que igual lo estaba.
—No, no, Grillo existe.
—Ayer lo llamé por teléfono.
—Y ¿pudiste hablar con él?
—Sí.
Sonó el teléfono. Cris levantó el auricular.
— ¿Quién es?—preguntó su hermana.
—Nadie, equivocado.


Yo un día pensando: En realidad todos estaban en el paraíso y este seguía allí, pero yo andaba inconsciente, soñando con algo que ni yo mismo sabía qué era realmente que ya no existía en mí y que buscaba desesperadamente como si tuviera que recuperarlo, desenterrarlo y verlo otra vez.
¿Qué es lo que me esta anclando?
¿La tristeza de lo que no fue?
¿La destrucción sistemática de mi ser?
¿Los pensamientos de épocas antiguas?
Quizás sean esas tres cosas juntas.
¿Vería mejor con un solo ojo?
Los pensamientos de hoy son, lamentablemente los pensamientos de ayer.
Pero las aves no vuelan en círculos hoy. Me encargué de tenerlas lejos para poder pensar un poco en mí y cuando lo hice me di cuenta que había olvidado lo que había idealizado y me encontré esclavizado y esta vez no podía culpar a las aves. Esta vez no había nada que me perturbara. Excepto yo. Nada a excepción de mis pensamientos, así que pensé en desecharlos, ¿podría vivir sin ellos?Al salir del local la piel me pedía caricias de crema. Caminé, caminé y caminé, ¿qué otra cosa sino? Esa era la actividad que más respetaba en mí, quizás la única. Habiendo traicionado al amor más sincero que alguna vez tuve, ¿qué podía esperar de mí? Sentía estar en el fondo de un pozo donde, si quería, podía ver grietas y seguir cayendo un poco más.
Fango, ciudad, resina negra, aire enviciado, sueños perdidos, suciedad del alma. Solía pensar que mi alma era noble y pura y que las cosas más bellas podían brotar de ella, pero me sombreé. Ya no creo en mí.


– ¿Por qué deberías creer en algo?
–Supongo que no puedo no creer en mí.
–Creer de vos, ¿qué específicamente?
–Que soy algo
–Que queres ser.
–Sí.
–Entonces, ¿sos, o sos lo que queres creer que sos?
–No lo sé.
–No pienses, no creas cosas de vos. Solo sé lo que tengas que ser.


Sufrir, sufrir, sufrir. Del sufrimiento absoluto a la risa. Arriba, abajo; paraíso, infierno. Todas se sincronizan en una danza eterna que no puedo comprender, y ¿qué sería lo opuesto? No me importa nada, quizás esa sea una verdad que no quiera ver, una negación más, un juego en el juego.
Muchas veces me quiero estrellar.
Es tan fácil escapar. Yo creía sentía tener grilletes que me ataban al piso haciendo de cada paso un acto heroico cuando podía volar y cabalgar en un animal alado. No sabía lo que quería, acaso ¿alguna vez lo supe? Pero sé que ahora está bien que este acá dando un par más de vueltas. No existe un fin, solo las ganas de hacer algo. Estos tiempos son excitantes. Persigo un dragón de fuego y quiero ser su amigo, volar en su lomo y quemar lo que necesite ser prendido fuego.
Moscas. Moscas otra vez. Circundan mi espacio. Hablan de mí.
Comer, no comer; hablar, no hablar; ir a tal lugar, no ir. Todo era lo mismo porque yo vivía en otro lugar. La sangre me dijo, hace tiempo ya dónde debía ir. Y allí estaba. Un lugar tan intangible como la música, tan verdadero como yo, tan irreal como la paz, tan verde como un bosque.
Me río de mí y sigo caminando como si no existiera, ando como un fantasma seguro de no llegar a ninguna parte. En eso, encontré a Grillo.


– ¡Hey!
– ¡Que bueno verte, hermano! Tengo algo que decirte.
–Dime.
– ¿Te acordas de la vieja Celia, la que tiene el caserón en Urquiza?
–Sí.
–Bueno, me dice que ya no quiere estar sola que si quiero ir con algún amigo, arreglar las cosas de la casa, el jardín y quedarme ahí. ¿Qué te parece? La casa es tan grande que habría que tener ganas para molestarnos, che ¿qué decís?
–Buena propuesta la de la vieja, pero ¿por qué no le dijo a uno de sus nietos en vez de a una rata como vos?
–Yo soy una araña, hermano. A no confundir. Y la vieja sabe ver los corazones, me contó que no quiere a sus nietos. La familia no existe dijo.
–Anarquista, ¡Ja, ja ja!



Parara donde se parara, a Grillo siempre le pegaba un rayo de sol. Muchas veces lograba ahuyentar mi motha fucking tristeza. Su energía se expandía constantemente. Sacaba de mí lo mejor. Gracias grillo. GG. Nos besamos y cruzamos Callao corriendo, en direcciones opuestas. Me mire, mi fuego ardía junto con mi cuerpo.
Otro día junto a Grillo.


–Vamos por un trago.


Caminamos bajando hacia el río. La luna era muy pequeña otra vez.
Tengo que entender ¿Qué, entender qué?
No, no, ningún flashback, por favor, no en mi clase. Una vez que se está arriba, lo único que hay que hacer es mirar para arriba. Hay algo extraño en seguir subiendo.


–Volver atrás en el tiempo no significa nada para mí. Soy tan diferente y tan igual a la vez. Hay muchas cosas para ver.
–Y encapsularte.
– ¿Qué? volver atrás en el tiempo, ¿para qué? You forget what is actually happening
–Could be.
–Te digo dónde estarías si el mundo se estuviera destruyendo ahora: desnudo cabalgando una ola.


Risas


–Son siempre las mismas cosas.
–Las del pasado.
–Siempre veo algo romperse.
–Y vos tratas de arreglarlo.
–Y después se rompe otra vez.


Silencio.


Un día más sentado en la hierba, mirando los días pasar. Atrapado en el pasado, atrapado en los sueños. ¿Pasaron las horas junto a Grillo? ¿Hoy, ayer, mañana? Todos los días sale el sol. El agua siempre erosiona las piedras.


–No necesito la realidad externa. Puedo vivir en mi mundo artístico.


Tomamos varias cervezas sobre el río, pensando qué bueno sería caminar sobre este, haciéndolo real en nuestras mentes. Hay algo fatídico en el río.


–Volver al pasado para torturarme, pensar todo lo que podría haber aprendido en vez de ir a la escuela. Por alguna razón me quede, fue un aprendizaje igual, pero podría haber sido mucho mejor, ¿de qué me sirve ahora pensar en eso? Fue así, fue como fue.
–Por algo no te fuiste, don´t fuckin´forget it.
–But I do


Esperamos el amanecer.
Recostados,
Rodeados de luz.
Bañados por el sol, acostados en su cuna.
Soñando, casi durmiendo, un sueño de sol eterno.
Inyéctame de amor,
Solo eso quiero.
¡Sol! También me dejas ciego. No puedo traspasarte con la mirada.


–Somos lagartijas
–Amamos el sol
–Amamos la playa
–Somos lagartijas de mar
–Acróbatas del mar


Y yo imaginé que brindábamos con nuestras copas llenas.

Llegamos a un lugar.
Luces negras. Nada de luces. Colchones, una barra, música.
Nos entregamos a Nix, desnudos.
Creo que ya hice varios sacrificios


– ¿A cuántos le quitaste la vida ya, hermano?
–De nada vale contarlos.


Un momento más especial que el otro. Ya ni siquiera soporto mi propia piel.


–Creo que quiere sacarse hasta la piel–le dijo Grillo muy cerca de la boca a una chica que estaba ahí. La chica sonrío y se acercó a Grillo de la misma forma y también le dijo algo. Grillo le pasó la mano abierta por la espalda y la fue bajando lentamente presionándola contra la camisa blanca. Sus labios se tocaron y yo sentí ser la saliva que los unía. Cada vez fluía con más intensidad. Me acerqué y le di un beso en la mejilla a la chica, Grillo me miro. La chica me dio un beso en el cuello. Grillo se apretó contra mi cuerpo y alcanzó el cuello de la chica y yo la besé.
Siento que me voy regenerando. Poco a poco.
–Prefiero no hablar de eso. Olvidarlo, no sé quizás sería mejor. Pero no puedo, tampoco es tan fácil.
–Smoke – Grillo me pasó un cigarrillo.


Humo.


–Quizás sea que el pasado es igual al futuro.
–Incierto.
–O que el pasado duele tanto como el futuro.
–Y viceversa.
–También las personas nos lastiman.
–A lo largo del viaje.
–Y siempre es más fácil estar triste.


Desperté riendo. A mi lado Grillo dormía, lo observé. Respiraba pausadamente y a veces movía la boca y jadeaba. No se veía muy bien, a decir verdad, como las mujeres y los bebés quienes se ven maravillosos siempre. Lo miré y deseé que despertara y así lo hizo.
Extraña sensación la de despertar, como si de pronto apareciera una conexión con otra realidad o como si hubiera abandonado una anterior. De pronto me hallé lejos, rodeado de desconocidos y pensé que sería mejor. Busqué y busqué y vi que había pocos como yo. Pero había despegado odiando Buenos Ayres y a todos los que se encontraban allí. Y ahora...
Muchos castillos se derrumban hacia la realidad.
Me levanté y me despedí de Grillo que tambaleaba y balbuceó que se quedaba un rato más.
La verdad duele pero se presenta y camina hacia mí en forma de acertijo. Imposible negarla ya, imposible volver atrás.
Soy un número: veintiocho, dos treinta tres, nueve cincuenta y seis, y lo peor de todo es que me lo acuerdo. Sé qué número soy.
Siento que es infinitamente mejor cerrar los ojos, mirar hacía mí, ver el infinito que allí se despliega.


–Y, acá estoy, viviendo lo que me pasa. Hoy es esto con todas estas personas, los lazos, mañana, que sé yo.


Los hipis de siempre. Seguí caminando y llegué a un lugar donde sabía que iba a estar solo. Inserté la llave. Escuché su dolor. Aplaqué la oscuridad. Aparté algunas cosas del colchón. Fui al baño y me mire al espejo. Volví, puse un disco y apreté play. Acosté mi cuerpo en el colchón que había acomodado conscientemente entre los dos parlantes y subí el volumen. El clavicordio estalló en mi pecho. Cerré los ojos.
Caigo y caigo desde el suelo. Me invade la tristeza completa de saber que no puedo volver atrás y hacer que las cosas sean diferentes. Ya es demasiado tarde para mí. Veo que ya dejé atrás mi camino. Ninguna duda en saber que voy a ningún lugar. Solo camino, sin pensar mucho. Sigo un movimiento demasiado inconsciente para ser consciente. Voy como tomado desde el cielo por hilos que forman maniquíes de estrellas.
Otro día con Grillo.


–No tengo ningún código de nada.
–En todos los pueblos siempre una iglesia y una virgen, nunca falta un lugar a donde ir a rezar.
–Estoy anclado y perdido, Grillo y nunca aprendí a rezar.


Otra vez yo y mi sombra y una imagen mía.


–Ver verdad, ver mentiras.
–Es lo que es.
–Solo que no es lo que es.
–That’s right.


¿Podía yo comprender sus palabras? Muy a menudo lo observaba mover sus labios y mi mente viajar perdida por lugares desconocidos, lugares a los que ya fui varias veces pero que siguen siendo incógnitas, acertijos.


– ¿Cuántas son las cosas que son irremediablemente verdad?
Los ojos de Grillo cambiaron de color justo en ese momento.
–Los asteroides y los agujeros negros, definitivamente.
– ¿Qué es un asteroide?
–Una piedra que gira en círculos.


Silencio.

Los dos sabíamos muy bien la implicación de girar en círculos, encontrarse atrapado en un mismo lugar y observar cómo el comportamiento es el mismo, cómo las emociones se repiten y cómo las relaciones empeoran a través del tiempo. Esa era una verdad, los asteroides. Compartir y estar solo otra vez y girar sin tener idea de por qué. ¿Y los agujeros negros? ¿Por qué había dicho eso Grillo?
En la pista había unos chicos que simulaban rapear imitando a los descerebrados que se ven en los videos de MTV. Una chica se reía de los hombres mono.


–Vos vivís en un mundo de sueños.


Esta tranquilidad no es genuina, producida por un aire opresivo construido por restricciones sin sentido y poder. La libertad parece pasarme por el costado. El camino vuelve a dividirse: si o no, derecha o izquierda. Solía pensar y sentir que era: si y no, derecha e izquierda, pero los sentimientos son tan inestables como los átomos y tengo que elegir. Maldición.


–Lo que pasa es que yo quiero ir a todos lados.
–Ya lo viste, ya sabes que lo que pensas es muy diferente de lo que es.


Mi mente suele estar en el cielo, o en algún lugar, tampoco sé muy bien dónde, pero debería estar en la tierra, eso dicen. Mente-terra.
Mis horizontes se amplían. Puedo ver que crezco sano pero una sombra se avecina.
–Y...siempre va a haber una sombra.

–Y es la que uno mismo proyecta.
Otro día, otra noche, otro lugar, otro yo y a la vez el mismo.
Las personas se amontonaron para buscar un poco de calor, ¿solo por necesidad los seres se unen y cuidan? El fuego se iba debilitando con la llegada de las personas. Todos hablaban y yo sentí que eran gallinas. Yendo de un lado para el otro sin alguna aparente razón, nerviosas, esperando la muerte. Yo estaba consumido. La inercia había hecho lo suyo y en un tiempo considerable, un tiempo que yo podía haber evitado, me puso un cigarrillo en la boca, una botella en la mano, una jeringa en la otra y a las 21hs empieza el programa en la cabeza. Una gran coraza y el miedo.
–Ya no quiero comprar más nada. Me harte, Grillo. No me importa, tengo plata pero no me importa. Quiero tirar todo lo que tengo desde hace años. Me rehuso a consumir.
Silencio. ¿Qué podía llegar a contestar? Anarquía. Las cosas son muy simples. ¡Tantas personas apagan el fuego!
Y todos volvimos al frío del interior vacío que solo un fuego joven, eterno que espera carbonizar a quien lo toque podría alivianar un poco el frío cavernario que se sentía aquella noche. Todas almas como yo. Todas horribles como yo, todas corruptas como yo. Y tuve que volver con los pájaros circulares solo que volví sintiendo que todavía estaba allí. Había vuelto sin volver y ¿por qué habría de destruir sentimientos tan genuinos? ¿Por qué lo hacía y por qué lo había hecho en tantas ocasiones?
Perder y ganar en algún punto son lo mismo. Muchos son los síntomas.
Caminé, caminé como siempre queriendo encontrar un lugar donde estar.
Parque Saavedra. 15hs. Día de sol. El aire no es siempre el mismo. Grillo dormía. Caminé hacia él lentamente, tratando de pisar el suelo lo menos posible, como si me transportara. Llegué hasta él, su cuerpo relucía en el sol. Tierra, bajar un poco a la tierra donde todo es posible. Seguía durmiendo. El buzo de siempre se le había subido mostrando su vientre. Vísceras, colores grises, olor a podrido y ¿cuánto más se revuelve en nuestro cuerpo maravillosamente cubierto por un tejido tan suave al tacto de la lengua?
Una araña cruzo su mejilla. Las patas se movían bajo los pelitos invisibles de la cara y avanzaba. Se detuvo en la comisura de sus labios y allí se quedo. R.E.M. Sus ojos estaban viendo, percibían cosas de los sueños, almacenando información que luego Grillo trataría con su consciencia de darle algún significado, de poder decodificar la esencia de sus sueños. Había tanto allí, enterrado en ese mundo tan extraño donde todo vale y nadie puede juzgar nada. Había tanto por aprender, tanto para pensar, pero yo me sentía incapaz de poder hacer eso conmigo. Mis sueños iban y venían, volvían después de días, horas e incluso años y de alguna forma eran los mismos.
¿Pero, cómo hacer para no esperar nada de nadie?
–No es algo que se pueda lograr de a poco–dijo Grillo leyendo mis pensamientos–y tampoco pienses que una vez es para siempre–.
Estuve a punto de quitar al insecto pero lo dejé. Mis piernas se aflojaron y me deje caer al lado de Grillo. Soñamos cada uno en su multiverso, cada uno con sus imágenes, sus cadenas, juntos y separados soñamos bajo el sol.
De pronto Grillo recordó:El timbre del colegio. Los chicos salen al patio, se desperezan, ríen. Las chicas salen al patio, muchas están calientes, se les nota al caminar. Sus bocas arden cuando hablan, mascan chicle o fuman. Larvas del sistema escolar. Larva-ciencia, eso nos enseñan, cómo formarnos y ser mejores larvas. Es muy interesante, increíble lo que se llega a aprender, te sorprenderías.
El timbre vuelve a sonar. Todos suben balanceando su cuerpo.
– ¡Qué lindo que sos, bebé!–dicen algunas chicas.
Los chicos son putas también.
Telepatía, amor, amor sin restricciones. ¿Podría ser posible? Si, no sé.
Atrapado otra vez. La ciudad me consume, me adormece, extrae mis energías, pero estoy acá. ¡Qué extraño ser lo que soy!, me miro al espejo y me digo:
–Puedo matarte, si quiero. Puedo hacerte desaparecer.
Una marcha militar suena fuerte a lo lejos como un soldado que avanza moribundo en un lugar asolado por la muerte. Desfila la muerte moviéndose a su lado. Pasado, los soldaditos deberían pertenecer al pasado.
-Y el viaje continua, hermano. Una vez que siento que volví ya tengo que salir corriendo.
–y, los agujeros negro son una realidad. Existen aunque vos y yo estemos en este planeta espectacular disfrutando al cien por cien de todo lo que hay en él.
–Pero, Grillo ¿qué se supone que tendríamos que hacer? ¿Trabajar?
Rieron. Sabían que bien podrían hacer eso y olvidar lo que vinieron a hacer.
Rieron porque se sabían ignorantes. Rieron aunque en sus corazones existía una fuerza opresora de saber que quizás no podrían concretar sus ideales, porque dependían también de los demás seres a su alrededor. Rieron para alegrarse y sobreponerse a la destrucción que asolaba el mundo actual.
–Mi concepción del trabajo es muy distinta.
–Yo ni siquiera pienso en hacer eso que ellos llaman trabajar, ¿con qué fin?
–El dinero, ese el único fin.
– ¿Y qué, si eso no significa nada para vos?
–Dejate de joder, vamos por una coca.
–No, loco tóxicos tan potentes no.
–Si no existiera el dinero no habría nada que comprar ni vender. Let’s fuckin´delete it. Olvidémonos de comprar.
Circundado por altas paredes que lo delimitaban, dragado por los hombres para utilizar la arena y hacer espejos, hasta el río había perdido la fluidez. Pero yo esperaba el día, sabía que en algún momento habría de llegar, el orden de las cosas permanece hasta cuando puede desbordarse y el raciocinio no existe, en el que el río se levantase y Tritón y las Náyades poseídos por las energías lunares del constante cambio circular bañaran la roña y las flores, ¿quién sabe? Quizás hasta los dioses también piensen que la venganza es sabia.
–Tanto por aprender y conocer, ¿trabajar, para qué, hermano?
Sí, ese día iba a llegar, en algún momento y yo esperaba verlo con una sonrisa en la cara, la muerte, amiga inseparable, llegaría de la mano del agua como una luz invisible en el espacio, pero visible solo para quienes pudieran sentir más allá del mundo material creado por el hombre que luego transformó en esclavitud.
–Todo ya se fue a la mierda. Sobrepasó los límites.
–Se saturo–dijo Grillo–. Y ni vos ni yo podemos hacer algo de lo que seamos conscientes. No nos damos cuenta de nada.
–Pero todos son momentos y no hay un stop, un momento en el que las cosas permanezcan suspendidas para que podamos comprender.

– ¿Comprender qué?– dijo Grillo con una entonación que yo ya había escuchado antes y que en cierto modo destetaba. ¿Comprender qué, imbécil? parecía decir.
La lluvia de invierno no daba ganas de salir. Acostados en la cama permanecieron así todo el día entre mates y cigarrillos.
Al llegar la noche me sentí asqueado de Grillo y decidí salir, aunque el frío y el viento helarán mi cuerpo. Caminé sin rumbo una vez más. Nadie había en la calle. Las casas emitían un hermoso calor maternal y pude imaginar a los seres que la habitaban: juntos, contentos, resguardados del invierno. ¿Sería realmente así o al revés? Las familias vivían tristes por no poder salir y apenas se soportaban teniendo que estar sí o sí juntos en esa y tantas otras noches en el que el invierno nos obliga a buscar calor. Bien podrían pasar las dos cosas simultáneamente.
Abrí la boca y tomé el agua sucia de lluvia que venía deslizándose, girando sobre sí misma desde los altos y mugrosos edificios, pasando por las ventanas grasientas, el veneno para ratas, la pintura vieja y las plantas y macetas. Me relamí los labios porque igual estaba rica. Perfección. Eso es la creación. Observando a mí alrededor percibo que “nada es perfecto” es una perfecta mentira. Los planetas girando en armonía, el sol iluminándonos, dándonos su energía vital, el león sentado después de comer lamiéndose la sangre, mirándome con esos ojos. La lluvia, las frutas. Mi cuerpo, el cuerpo de otros; mis ojos, los ojos de otros.
Antes que la felicidad del mar, la dureza de las montañas parece acercarse más a mí.
–El tiempo mata todo- dijo Grillo una de las tantas veces que estuvimos colgados en el río mirando hacia el sur y hacia el oeste.
Caminamos. Y después caminé. Tengo tantas cosas encerradas, tantos acertijos e incógnitas como las personas que habitan este mundo.
–Yo no creo en nada, ni quiero creer en nada–dije en voz alta solo para mí.
Ansioso, nervioso, alterado caminé otra vez hacia “La reina abeja”. Tiempo después descubrí lo que realmente significaba eso para mí. Tiempo después, siempre tiempo después. Vivo alunado, adormecido, emputecido, ni siquiera sé por qué reacciono como lo hago.
Otro día con Grillo.
–Tampoco quiero pensar en nada, ¿para qué?, loco ¿para enroscarse pensando en cosas que pueden ser pero que nunca sabes si son así porque siempre involucran a otras personas? No. Yo quiero ser más libre, hay que superarse, nosotros somos mejores que esto.
– ¿Mejores que esto?– dije abriendo los brazos.
Anacronismo. Alrededor todo pertenece a épocas pasadas. Pensamientos, formas de vivir, acciones, reacciones, relaciones humanas. Dentro de mí y no solo en mí existe toda una nueva concepción de pensamientos, formas de vivir, acciones, relaciones humanas que comienzan a aflorar.
Muchos años revoloteé, sufrí, crecí y me ahogué en el fondo de un pozo interno. Permanecí muy inquieto lleno de miedos, silencios, gritos y peleas pero permanecí igual. ¿Puedo, acaso, después de todos estos años actuar como se espera que lo haga? Voy al cementerio y sepulcro a todos los que me hicieron mal.

Grillo me escuchaba ingiriendo a su cuerpo cantidades considerables de alcohol en forma de vino que reflejaban la muerte del día. Reímos ante la muerte inevitable y el nacimiento de la luna.
–Yo no le quiero pedir nada a nadie.
–Automatización. Lo que es mío es mío, mi plata es mía, mis galletitas son mías. Todo contribuye a la cercenación, a la disgreción de los conceptos. Yo como, tú comes, él come, nosotros comemos, ellos comen. Ojalá. Pero las cosas son: yo como, tú no me importas si comes, él no me importa si come; en consecuencia: ellos no comen. Eso supone que hay pocos que se comen todo. Desproporción, desequilibrio esto produce locura, niños y niñas pidiendo monedas en la calle, gente juntando cartones, chicos durmiéndose en los colectivos a causa de trabajos exhaustivos sin sentido, personas arruinadas por el consumo. Locura son cosas que no deberían suceder. Una locura es que, a pesar de que nadie la desee, la locura esté tan establecida y tan al alcance, sea tan cotidiana que la aceptemos creyendo que no podemos hacer nada para cambiarla. La aceptamos y llega un punto en que nos hacemos inmunes a ella, quizás porque nos conviene, quizás porque nos lo hicieron creer, quizás porque no podemos de otra manera. Locura es todo a la vez: ver, no hacer nada, dejar de ver y luego comer, así hasta que se acabe todo. La locura de creer que los objetos nos pertenecen y que lo que hoy está, mañana seguirá estando, la locura de pensar: “esto nunca me va a pasar a mí”. Así es como en Santa Fé y Coronel Díaz dos nenes, dos “criaturas” como muchos padres llaman a sus hijos jalan pegamento a las cuatro de la tarde ante los ojos de todos. Rabia, odio: yo voy a la escuela y él inhala mierda para escapar de este mundo ¿por qué? ¿Podría comprenderlo? ¿Existe alguna posibilidad de que pueda comprenderlo? Existen tantos mundos paralelos, tantos planetas dan vueltas– dijo Grillo.
Soy el espacio en el espacio. Una luna amanece hoy. Miedo. Hay demasiados muertos y muchos por morir en las manos de los hombres, en explosiones, en miseria.
Amor, pero después se patean a los perros y se golpean a los niños. Es un doble espacio. El miedo y la libertad. La libertad del miedo, el camino recorrido. El miedo y la libertad hacen estragos en mí, son poderes incontrolables.
–Hola, y a veces no hay nada más para decir.
–Cosa que me pasa a menudo.
–Imposibilidad de expresarse, ¿por qué?
– ¿Lo sabré alguna vez?
–Ya pasaron tantas cosas–dijo Grillo.
Mis ojos dijeron que sí sintiendo una tristeza conocida. Terrible que todavía esté aquí. ¿Cómo hacer para que desaparezca?
Otra vez en el río. El agua parece estancada.
–Cuando no pasa nada y parece que está todo bien es cuando sé que se viene un quilombo.
–Mothafucka.
–El curso natural de las cosas es tan...
Y se quedo ahí esperando que las palabras bajaran de algún lugar de su mente.
–Too much, las cosas son too much, hermano–dije.
–Desechos, mira cómo flotan libremente en el río.
–Y lo más absurdo de todo es que nosotros estemos acá viéndolo.

–Pero nunca lo haríamos.
– ¿Tirar basura al río?, jamás.
–Ahí esta nomás.
–Sí, igual.
–Aunque no queramos.
Y miramos los desechos flotar. Los ojos de Grillo seguían una botella de seven-up.
–Tristemente sentimos que no podemos hacer nada por esto, por nuestro mundo.
–Tristemente sabemos que por más que hagamos lo que hagamos ya es demasiado tarde.
–Eso es lo que vos pensas.
Destellos de positividad. ¿Nunca es tan tarde? Difícil de creer si hasta cuando tomas agua contaminas el mundo por miles de años y por más que no compres agua ya está contaminado igual.
–Bien que tengas pensamientos positivos sobre el tema pero en lo que respecta a mí...
–No son pensamientos. Estoy esperando que todo vuelva a destruirse.
–Buenos Ayres me mata.
–Es como el número seis.
–Y el gemelo.
–Malvado.
De pronto un viaje. Un viaje más en el tiempo, no en el espacio.
–Y quizás, viajar en el tiempo sea eso– Grillo otra vez adentro de mi cabeza –. No a través del tiempo sino, con el tiempo y el espíritu.
–Y bueno, lo vuelvo a decir. Hoy es hoy, mañana no existe. Ayer estuvo bueno porque estuve conmigo.
Las botellas iban y venían al compás del agua. ¡Qué panorama espantoso! Y nosotros allí, contemplándolo, inmóviles, permitiendo hacernos consientes una vez más de lo que no estabamos haciendo, y de lo que sí estabamos haciendo que era, precisamente lo que en muchas ocasiones no queríamos hacer. Las botellas se amontonaban, tenían el río entero para viajar, pero se amontonaban ¿cómo no sentirse abatido ante tan terrible destino?



2003/ M.s.I

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