domingo, 14 de febrero de 2010

La realidad son los sueños

La casa era grande, muy grande para ella sola y estaba llena de telarañas. Los muebles sin usar, los sillones cubiertos por plásticos y polvo, las ventanas y las persianas cerradas daban toda la impresión de que aquella era una casa abandonada. Pero, ella vivía allí, había vivido allí durante tanto tiempo que no recordaba haber vivido en otro lugar como si esa casa y los momentos que ahora vivía hubieran existido siempre: antes, después y ahora. ¿Pero, había sido siempre así?
Todo el día caminaba por el lugar mirando los adornos viejos y las cosas en desuso. Lo que si sabía era que esa no era su casa, mejor dicho, esa no había sido su casa en otros tiempos. Porque no tenía recuerdos de su niñez allí, de hecho, no recordaba haber estado alguna vez en esa casa. Pero, ahora era suya y solamente suya.
Pasaban las días, las horas, los años y el mundo a su alrededor cambiaba. Los árboles se ponían amarrillos, más tarde verdes y luego se les caían las hojas. Dentro de la casa las telarañas se hacían cada vez más grandes y más magníficas mientras ella se sentaba a observar a sus dueñas tejer cada día un poco más. Durante el día paseaba por la casa de pieza en pieza, subía y bajaba por las escaleras y casi nunca pensaba en nada. Pero aun así era triste. Pocas veces se preguntaba porqué estaba sola en esa casa tan grande y porqué nunca nadie iba a visitarla. Por las noches miraba por las ventanas el bosque y el pantano que rodeaban la casa y a veces escuchaba algún camión pasar por la ruta lejana. Espiaba a la luna alumbrar la niebla que despedía el pantano y el aire de misterio y terror que inundaba todo el bosque. Después se acercaba hasta la gigantesca puerta de madera tallada con pequeñísimos detalles invisibles para ella. Y traspasando la pared, salía.
Ante ella tenia tres escalones de mármol hundido por el paso del tiempo y después... el bosque y sus misterios.
Nunca daba un paso más, se quedaba allí en el umbral de la puerta ¿esperando, contemplando, disfrutando? No lo sé.
Sus ojos veían pero no miraban. Parecían vaciados.

El auto nunca había funcionado bien, ni siquiera el primer día de su compra, aun así la pareja había decidido salir a la ruta. Todo había ido bien hasta llegar al cruce en que debían desviarse hacia la ruta que los llevaría a “Los Bosques”, una ruta desierta que pocos hombres se atrevían a transitar no solo por esto, sino por el atemorizante paisaje : un bosque cubierto de niebla.
Circulaban, entre los camioneros habituados a pasar por ahí leyendas de toda clase: personas que desaparecían sin dejar rastros después de haberlas levantado y hablado un tiempo con ellas, espectros que caminaban por la banquina y se tiraban delante de los camiones asustando al conductor etc, etc. Juan había escuchado alguna de esas historias y aunque no las creía, era una de esas personas que cree solamente lo que sus limitados ojos pueden ver, tenía un poco de miedo. Su mujer iba recostada en el asiento del acompañante con los ojos semiabiertos apunto de dormirse. Juan tenía la vista puesta en la ruta. No había visto ningún otro vehículo y eso lo inquietaba un poco. Al salir por las copas de los árboles, la niebla formaba figuras extrañamente fantasmales y en el silencio de la noche se escuchaban los ruidos más raros. Juan tenía la ventanilla baja y el oído agudo. De pronto lo que le pareció el grito de un niño lo hizo saltar del asiento y gritó:
— ¡Malditos pájaros!
Su mujer, una muchacha de veintidós años, se movió un poco y sin abrir los ojos volvió a la posición en la que se encontraba. Juan, que ya estaba un poco tenso y asustado aunque no quisiera admitirlo, trato de calmarse.
La ruta se extendía como una línea recta hacia el infinito y de pronto Juan empezó a sentir que el auto no funcionaba bien y pocos minutos después se hallaban varados en aquel extraño lugar.
La niebla lenta y espesa comenzó a molestarle.
— ¡Mierda!— dijo Juan bajándose del auto—. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Miró hacia el bosque y creyó ver una luz mortecina. Pensó que seria algún puesto, o algo parecido y se dirigió hacia allá dejando a su mujer, quien dormía profundamente en el auto.
Comenzó a adentrarse en el bosque, dirigiéndose a la luz. La luna le permitió ver una casa gigante y abandonada. Siguió avanzando, tropezando con troncos caídos y golpeándose con ramas, ya estaba muy cerca de la casa pero al dar el siguiente paso se hundió en un pantano. Soltó un grito de desesperación y vio que alguien se acercaba. Ya estaba hundido hasta el pecho y seguía gritando manteniendo sus brazos afuera, la figura se acercó y con alivio y sorpresa descubrió que se trataba de su esposa. Sin embargo, había algo extraño en ella porque era casi transparente e irradiaba luz. Pero en esos escasos segundos de vida o muerte no tuvo tiempo de pensar en ello. El lodo le llegaba ya hasta el cuello cuando su mujer le estiro la mano. Pero cuando esta agarró la suya Juan vio con horror como su mano traspasaba la de ella.
Y luego se hundió en el pantano.
Repentinamente, su esposa despertó contraída en el asiento después de una horrible pesadilla.
Miró a su alrededor y vio que estaba sola en el auto en el medio de la ruta.

2003/ M.s.I

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